“Te amo… yo tampoco”: con el odio amoroso de una pareja a los tirones, Jane Birkin le cantaba a su marido Serge Gainsbourg (“Je t’aime… moi non plus”), inmortalizando una postal bucólico-romántica de la década del ’60. Cierto espíritu ensoñador campea en Birkin, bautizado en honor a la musa: cerca del Botánico, un cafetín atendido por señoritas de boina o sombrero, con dueña y barista mujeres. Su fundadora, la viajada Lucila Zeballos, es una apasionada por el café como se sirve en el mundo: el espresso, corto, casi un ristretto; el capuccino, con una espesa capa de leche espumada. Aunque se haya dicho mil veces que el café es masculino (tanto como el té, femenino), estas amazonas de Palermo Chico dominan el reino que se esconde detrás de una vidriera con letras doradas y donde se toma un blend colombiano elaborado a partir de dos variedades de origen, que se tuesta todas las semanas y se muele y se prepara en el acto. El latte, decorado con un corazón o una mariposa, en virtuosas demostraciones del arte de la espuma, emociona como una canción de amor.
República Arabe Siria 3061, Palermo Botánico
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Birkin: sensatez y sentimientos
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