Una mitología del café ubica un hito histórico en Viena, donde en el siglo XVII, la fundación de La botella azul dio nacimiento a la cafetería moderna: ahí mismo se inventó el café con leche y medialunas como desayuno universal. Por eso, se justifica que en Viena esta semana se haya realizado El café del futuro, una reunión cumbre de dueños de cafetines que discutieron la pregunta: ¿el viejo cafetín tiene futuro? Reunidos en el Museo MAK, los cafetineros tradicionales concluyeron que, para sobrevivir a la proliferación de Starbucks y similares, los cafés deben aportar su ingenio ante este dilema: cómo mantener su personalidad típica aun ofreciendo las comodidades de la modernidad. ¿Se podrá?
El pronóstico fue medio apocalíptico: los bastiones de la tradición están en peligro de desaparecer si no se ajustan a los tiempos. El diseñador Gregor Eichinger fue uno de los impulsores de la muestra y dijo que los cafés siempre fueron sitios modernos que se ajustaron a las nuevas tendencias. Pero que ahora están encasillados en el pasado: “”Hay que olvidarse del concepto de que el café es un sitio viejo. Es algo contemporáneo, moderno, que piensa en el futuro”. Un tal Rainer Staub, dueño del Café Sperl (fundado en 1880), dijo que su principal reto es ser clásico y actual a la vez y que, para eso, dispuso de wi-fi gratis en su local de arañas y boisserie, aun a pesar de la opinión negativa de su padre, Manfred (78). Para sostener su idea, se valió de la contundencia de los números: el abono a Internet le cuesta 144 dólares por mes, pero dejó de pagar los 7.000 dólares que gastaba en revistas que los clientes pueden leer gratis en la Web.
Mientras tanto, “Herr” Fritz (77), dueño del Café Krugerhof, a pocos minutos de la Opera de Viena, se resiste a la jubilación porque no quiere venderle el fondo de comercio a una corporación que no respete la tradición. Y asistió con horror a las ideas de los “progresistas” para modernizar los cafetines: instalar wi-fi, colocar un objeto de diseño que es a la vez perchero-lámpara-portadiario y dotar a cada mesa de un apuntador láser para que el cliente indique dónde se necesita un mozo.
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