“¿Es bueno?”, le pregunta ella. Él no tiene respuesta: apenas le prepara una taza de café. Con el ambiente ensoñador de cualquier película romántica, el cineasta-genio David Lynch protagoniza su cortometraje, donde tiene un diálogo amoroso con… la cabeza de una muñeca Barbie. Surrealismo cafetero o fetichismo por el plástico y el pelo de canecalón. La película, de apenas 3 minutos, es un aviso comercial para el café del director de El hombre elefante, Terciopelo azul y Corazón salvaje, que acaba de publicar su disco The Big Dream, donde su voz parece alterada por una falla espacio-temporal: el grano orgánico incluye la firma del creador en el paquete y, en rebelión contra el insomnio que pueda provocar la cafeína, transita por el camino de los sueños.
No es exagerado que el mini diccionario A-Z Coffee le dedique la letra “L” a “Lynch, David”: según sus autores, “para el director de cine, músico, artista y obsesivo amante del café, la infusión es una gran fuente de inspiración”. En Twin Peaks, el culebrón seminal del drama televisivo, el cáustico agente especial Dale Cooper se vale de una tazota de café para imaginar alguna respuesta ante la pregunta que lo atormentó durante dos temporadas: “¿Quién mató a Laura Palmer?”. Siniestro, onírico y surrealista en sus películas, en la vida real Lynch es un entusiasta cultor de la meditación, la serigrafía, el comercio justo y la producción orgánica. En herméticas latas cilíndricas (negras, claro) envasa su propio café, que se propone llenar las tazas con la intensidad de un film noir. Tiene tres variedades: el blend “de la casa”, cultivado en Sierra Maestra, México; el Espresso Roast, con una mezcla de Indonesia y América Central; y el descafeinado, que combina granos americanos, árabes y de las islas del Pacífico. Una promesa de sueño para aquel que no pueda pegar un ojo después de una velada en el Café Silencio.
Sus personajes se debaten entre la realidad y la pesadilla con un pocillo en la mano. Si alguna vez se bautizó la infusión como “la bebida del Diablo”, en el mundo de Lynch es apenas una excusa para exorcizar los demonios internos o un remanso en el infierno de vivir. “Harry, voy a contarte un pequeño secreto”, le confía el agente Cooper al alguacil de Twin Peaks: “Cada día, una vez al día, hacete un regalo. No lo planifiques, no lo esperes; sólo dejá que suceda. Puede ser una camisa nueva en la tienda para hombres, una siestita en tu silla de la oficina o dos tazas de un buen café negro. Algo como eso”.
Publicado en Clarín
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