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Historia universal del cansancio

Uaaaah…: según el diccionario, la onomatopeya del bostezo. Ojo: es contagioso y no sabe de domingos ociosos o lunes atareados. “El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en autoexplotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad”: en su bestseller La sociedad del cansancio, el filósofo coreano Byung-Chul Han explora los motivos que nos llevan a vivir exhaustos hasta el límite de morir de trabajar. “El explotador es al mismo tiempo el explotado”, concluye mientras en Buenos Aires, Londres o Nueva York al menos uno de cada tres adultos se queja de la falta de sueño. 

 

La fatiga, otra pandemia de hoy: en algunos países ya se habla de una “economía del cansancio”.

 

Ya se habla de una “economía del cansancio”, con pérdidas importantes del PBI en países que tienen una población muy agotada (casi 140 mil millones de dólares al año en el Japón), y un aluvión editorial (con títulos antitéticos como Por qué dormimos, de Mathew Walker, y ¿Por qué no podemos dormir?, de Darian Leader) se pregunta qué pasa en la mente y el cuerpo durante el sueño y su negación ¿Siempre estuvimos tan fatigados? Sí. Los primeros cristianos llevaban vidas monásticas pero ya se hablaba del “demonio del mediodía” o acedia, una fuerza maligna que tentaba con la siesta. “El agotamiento es más que una aflicción médica”, dice Philip Ball, el físico británico que fue editor de la revista Nature y hoy investiga la historia universal del cansancio desde aquellos cristianos, que creían que era una falencia espiritual, hasta los oficinistas de esta época, para quienes la exigencia de la producción continua disputa horas con el descanso. Entonces y ahora, estar cansado se considera una falla moral. En Exhaustion: A History (“Agotamiento: una historia”), un fascinante podcast de la BBC, Ball rastrea el pasado de la fatiga y cómo se usó para disciplinar: “En el siglo XVIII, el agotamiento se consideró un resultado de deficiencias espirituales o morales relacionadas con el sexo”, dice y cita a los médicos victorianos que veían la fatiga como un síntoma de degeneración sexual.

 

“La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria sino una sociedad de rendimiento”, dice Han. Los demonios del mediodía toman la forma de una pausa de quince minutos para el almuerzo: no se descansa ni para comer porque el octavo pecado capital es no producir. Según Ball, y aunque parezca que vivimos niveles de agotamiento inéditos, que estemos exhaustos no es ninguna novedad. El cansancio es intrínseco al ser humano y, aunque la fatiga nos haga sentir en falta, siempre rogaremos al despertador unos minutos más: si vivimos, vivimos cansados.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.