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Londres: el café, una pieza de arte

sommelier-of-coffee-uk6El gordo vigila desde los estantes, con mirada cínica y persecutoria: en la librería del British Film Institute, los textos sobre Alfred Hitchcock son tan voluminosos como su estampa siempre enfundada en negro-luto. Prócer renegado de estas tierras británicas por su adhesión ciudadana a la causa de Hollywood, Hitch es omnipresente en la que acaso sea la librería sobre cine más completa del mundo. Placer para el cinéfilo compulsivo, que puede aumentar el temblor de manos en la coquetísima cafetería The Riverfront, bien revestida con la ornamentación típica del hotel de lujo: alfombras, telas y sillones porque si lo suave es sinónimo de lo perfecto, acá se impone el mullido. Unas cuadras más adelante y sobre la ribera del Támesis, la Tate Modern se abre democrática en su eterno free-pass y, desde el quinto piso, regala la postal imposible de una Londres sagrada y secular: por allá el decimonónico Big Ben, por acá el Puente del Milenio con el que la Reina inauguró el siglo XXI. En la barra de la cafetería mejor ubicada de toda la ciudad, aquella que tiene la vista increíble, el cafecito Illy se sirve en el menaje propio del museo, con sus tazas de la Art Collection y los motivos dedicados a los pintores abstractos o a las películas de Almodóvar. Como todos los baristas en la Gran Bretaña, respetuosos de la herencia itálica: el espresso se sirve corto, casi como un ristretto, pura infusión reconcentrada para tomar sin azúcar. Y el latte, decorado con amoroso dibujito de espuma. ¡Arte! ¡Arte!
rough-trade-t-shirtEl pasajero en tránsito es conducido a través del puente hasta Brick Lane, el barrio que es la nueva-gran-cosa-nueva, según la fórmula retórica de la prensa rockera británica, antes sólo ocupada por la populosa plebe llegada de Bangladesh y ahora compartida por los modernos de todo pelaje. Mi amiga Ceci Sosa y su novio Pulu (argentinos expatriados aunque ya definitivamente británicos, por soltura callejera y, sobre todo: altísimo estilo) me llevan hasta la mítica disquería Rough Trade Records, donde el vinilo le roba anaqueles a los disquitos compactos y una cafetería homónima propone la pausa perfecta: café espeso, banda en vivo. Para los bises, el cierre perfecto de un viaje ídem: cena tailandesa en Rosa’s, el último boom de la gastronomía londinense. Dulce despedida a los amigos (¡en dos semanas vienen a Buenos Aires!), y ya más en horario etílico que cafetero, revuelto de cerdo y verduritas, brindis con cerveza thai. ¡Buen viaje!
 
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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.