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"Boardwalk Empire": alcohol de quemar

coffee-break-web1“Diez, nueve, ocho… tres, dos, uno… ¡cero!”: las agujas del reloj se juntan en el 12 y la cuenta regresiva no celebra la llegada de un nuevo año sino de una nueva era: desde esa mismísima hora cero, el alcohol se declara ilegal en los Estados Unidos. La Primera Guerra había terminado, la economía estaba renaciendo, la bebida sería prohibida. Y en esa Atlantic City de los años 20 se ubica la acción de Boardwalk Empire (acá rebautizada El imperio del contrabando), la nueva serie de HBO escrita por Terence Winter, el autor de Los Soprano, y dirigida por Martin Scorsese, el mito viviente detrás de Toro salvaje, Buenos muchachos o Casino. Si es cierto que las series no reemplazan al cine sino a la Gran Novela Americana (esa entelequia que persiguen los escritores como herencia actual de la novela decimonónica), Boardwalk… es el más ambicioso de todos los intentos: no sólo por un primer episodio millonario en vestuarios y escenarios sino por la pretensión de construir una trama compleja, de crear personajes memorables y de contar una historia que resuma la épica de un país, el zeitgeist de una época.
 
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En esta historia de ley seca y mafiosos (domingos a las 22 por HBO), el gran Enoch “Nucky” Thompson (Steve Buscemi) juega con la doble cara de todo hombre de negocios no santos: recoleto ante las damas de la Liga de la Decencia, que reclaman por la prohibición del alcohol, voraz en el tráfico de los licores. Perseguido hasta la obsesión por Nelson Van Alden (Michael Shannon), un agente del FBI, y asistido por su entenado Jimmy (Michael Pitt, conocido como Kurt Cobain en Last Days), el módico capomafia es un ejemplo de negocios turbios y tribulaciones. Como Tony Soprano de levita y tiradores, digamos. Es que los dos fueron barones de Nueva Jersey, sólo separados por 80 años de distancia. Ya con Los Soprano acabados, los dos primeros capítulos de Boardwalk…, que HBO emitió este domingo, justifican un presupuesto de 20 millones de dólares pero, de tan ampulosos, generan cierta distancia ante el derroche. Igual, el pulso del maestro Scorsese se goza en cada escena, como aquella en que los jovencísimos choferes de los capos intercambian fijas en la calle y uno se presenta al otro con un tímido: “Al… Capone”.
Publicado hoy en clarin.com 

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.