Este verano alumbró el descubrimiento del cold brew coffee entre los porteños: nada que ver con el frappuccino helado que trajo Starbucks, es un café infusionado a temperatura ambiente durante horas, que después se sirve frío y mantiene todas sus propiedades. Una delicia refrescante. Como se prepara con agua natural (y no caliente, como todas las infusiones) es sabor no es amargo ni astringente: es un tónico suave que pasa ligero por la boca pero, aun así, deja un retrogusto perdurable. Para mí, el hallazgo de la temporada es el que venden en LAB, el laboratorio de café del maestro Alexis Zagdañski: embotellado en un frasquito de 250 ml. de inspiración retro (parece un remedio de farmacia vieja), es un cold brew coffee infusionado durante 25 horas. Cuesta 45 pesos. Cómprelo y que vaya directo a la heladera. Sírvase con hielo y disfrute. Es una receta magistral.
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El café frío viene en frasco chico
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