El brunch del Alvear Palace Hotel por Nicolás Artusi, conductor junto a Ernesto Martelli del programa “Brunch” (domingos de 11 a 13 por Metro 95.1).
Embajada no oficial o zona franca para la espía que me amó: el hotel será escenario de cualquier temible operario del recontraespionaje y, si las grandes novelas de inteligencia (Nuestro hombre en La Habana o Los comediantes, ambas de Graham Greene) no transcurren en reparticiones públicas ni en burocráticas embajadas sino en hoteles internacionales, el desayuno-almuerzo en el cinco estrellas ofrece como banda de sonido más acentos que en las Naciones Unidas: en la mesa de al lado, un corresponsal extranjero comenta el artículo que acaba de publicar en The New York Times y un comensal comedido corrige: “No digas ‘sí’, di ‘oui'”. El brunch del Alvear Palace Hotel ($ 260 la pareja) combina, en menú ecuménico, el caviar ruso, el salmón japonés, la panceta estadounidense y hasta me animo a probar el ñandú pampeano, de carne gris y sabor ahumado. Las molduras del restaurant L’Orangerie sugieren entorno parisino, como déjà vú de la época en que el francés era el idioma internacional de la diplomacia y, en el jardín de invierno (con estricto vestuario “formal o elegante sport”, como se me indica), se pasa la tarde del domingo, entre las 12.30 y las 16, ligeramente beodo en el desayuno con champagne rosado y emocionado como en un parque de diversiones gastronómicas ante la propuesta del chef: “Un buffet que presenta distintas ‘estaciones’ en las que podrá saborear mariscos, frutos de mar, carnes de caza y los más exquisitos postres”. ¿Langostino caribeño? ¿Calamar español? ¿Liebre chilena? Hay, hay, hay. De viaje mental sin cruzar Migraciones, no me reprimo en la curiosidad por ningún exotismo culinario: para mí, pura intriga internacional.
Publicado en Time Out Buenos Aires, edición especial diciembre-abril 2009/2010
