¿Pizza con champán? Nah, café con medialunas. La fórmula gastronómica menemista que inmortalizó mi amiga Sylvina Walger se actualiza enfrente nomás de la Facultad de Derecho: a metros de mi mesa se desparraman políticos (el más conocido, ex legislador, hoy ministro) que, en el día de Reyes, arman una rosca. Recoleto y ampuloso, Modena Design es un café anclado en los ’90, dedicado al automovilismo, con valet parking y playa con importados. En exteriores, árboles añosos y unas pocas mesitas para observar a los que hacen running (o rally) por la avenida Figueroa Alcorta (velocidad máxima: 70 km/h). Adentro, un muestrario de la ostentación fierrera: souvenirs de Maserati o Ferrari, en plan nostalgia para los que añoran los días en que un demente llegaba a Pinamar en menos tres horas. Y café: un discreto El Potosí, como delatan los sobrecitos de ázucar, sin mucha espuma ni consistencia. A 7 pesos el pocillo, $ 9 el jarrito y $ 20 el “desayuno ejecutivo”: para los trajeados que vienen a cerrar negocios mientras sueñan con transformar ese autito de colección en uno de verdad, juguito artificial y una toma de posición: medialunas o tostado.
Modena Design: Figueroa Alcorta 2270, 4809-0566 /67 /68, Capital Federal. Lunes a lunes, mediodía y noche. Wi-fi: hay. Y, como corresponde a todo restobar mediocre, un televisor clavado en TN (cuando no hay carreras, claro…).
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Ronda de cafeterías: Modena Design, nostalgia de los noventa
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