“Un día le pregunté a mi padre por qué no bebía café turco. Me contestó que en Alemania no había ninguna tienda donde vendieran café recién tostado, y que en caso de haberla, no sería igual al que compraba mi abuela. Fue entonces cuando sentí verdadera añoranza de mi país natal. Me alegraba ante la llegada de las vacaciones, ya que esto significaba poder volver a Turquía al lado de mi abuela. Cuando estaba allí no me importaba ir hasta veinte veces a por café para así poder disfrutar de aquel intenso aroma”.
Lo dijo Yasar Karaoglu, en el libro Culto al café (Editorial Océano, 2004).