“Solía ir cinco veces por semana a comprar, hasta que llegó un momento en el que, por puro cansancio, me negué a hacer el largo trayecto a pie. No entendía por qué debía ir tan a menudo a la tienda, si con una vez a la semana había suficiente para comprar el café necesario. ‘¿Sabés?’, me decía mi abuela. ‘Si el café no está recién tostado, no tiene la esencia y la fuerza suficientes para despertar el espíritu de nuestros cansados invitados’. Entonces lo entendí…”.
Lo dijo Yasar Karaoglu, en el libro Culto al café (Editorial Océano, 2004).