“Durante el año académico, como descanso entre clases o sesiones de estudio, solía acudir a Starbucks, donde imperaban los tamaños orwellianos -¡’alto’ significa ‘pequeño’!-, o bien a un lugar cerca de la facultad de Derecho que se llamaba On What Grounds, donde ‘alto’ significaba ‘mediano’ y donde aparte de café tenían unos bonitos tarros de cristal con infusiones a granel de diferentes tipos, coloridas como confetis, aunque una vez que pedí una, el camarero le gritó a alguien en la cocina: ‘¡Sam! El de la hierba de limón es el de las larvas?’. Desde aquello mayormente pedía café. Primero me dio por los espressos, servidos en minúsculas tazas de casa de muñecas que yo no había visto hasta llegar a Troy, y después por los lattes, en grandes tazas de cristal, ideales para calentarse las manos”.
La primera persona le pertenece a Tassie, una chica de campo que estudia en una ciudad universitaria del Medio Oeste yanqui, y que es la protagonista de Al pie de la escalera, el excepcional novelón de Lorrie Moore. La pajuerana empieza a trabajar como niñera para una pareja de blancos que adopta una nena negra, y que tiene un misterioso secreto. Pero ahí donde ellos oculten algo, ella se sentirá más unida a la criatura y, en una brutal e irónica parábola sobre la adopción y los penosos años que vivimos, se hará tiempo para frecuentar la cafetería y confundirse con el tamaño de los vasos.
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Un mundo donde "alto" significa "bajo"
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