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Ahí viene la plaga, es la reina del lugar

“¿Qué son los virus sino seres fantasmales, fantasmas puros que flotan en el mundo esperando poseer una célula humana para corporizarse y hacerse vida?”, se pregunta La Doctora y la respuesta se le aparece como un espectro: “Ahí los ve y no los ve. Todos los días. Monstruos perfectos”. Esas criaturas intrusas que se cuelan en la sangre e invaden las células toman la forma de una rebelión en Los días de la peste, la novela alucinante del escritor boliviano Edmundo Paz Soldán: situada-sitiada en la cárcel de un páramo llamado Los Confines, es la alegoría más cruel y lúcida para la época que vivimos, en la que todos nos sentimos presos y aunque cerremos la puerta de nuestra casa-celda con doble tranca y litros de alcohol en gel, esperamos el golpe del virus. Entra el espectro. 

 

La epidemia en la cárcel, una alegoría de hoy: la novela “Los días de la peste” tiene un notable poder anticipatorio.

 

Escrita hace tres años entre Río de Janeiro y Buenos Aires con un asombroso poder anticipatorio, Los días de la peste narra la invasión silenciosa pero fatal que sufre la cárcel, un organismo vivo que es tomado por el virus: es una novela coral, con múltiples voces y puntos de vista que empardan a presos y guardias (en suma, todos rehenes) y sobre la que vuela una venganza divina y ominosa. Más allá de lo atrapante de su lectura, que lo es, esta novela ofrece una parábola para estos días: la escritura, sea en ficción o no ficción (como el ensayo Lo viral, del escritor español Jorge Carrión), es una potente vacuna intelectual. La novela se inicia con una frase del biólogo alemán Jacob von Uexküll: “Todo, hasta lo más pequeño, muestra un orden, un sentido y un significado, todo en el mundo biológico es armonía, todo melodía”. Y casi trescientas páginas más adelante, Paz Soldán describe un virus desconocido, más letal que cualquier otro, que se presenta en forma de filamentos, distinto a los redondos que son tan comunes: con detalles microscópicos, el escritor se refiere a la plaga como algo fantasmagórico, que no se ve aunque se vean sus efectos y consecuencias, mientras en el noticiero nos hablan de la lucha contra un “enemigo invisible”.

 

La cárcel de Los Confines, tan pesadillesca y realista que podría estar ubicada en cualquier país latinoamericano, es uno de los personajes más potentes de la literatura actual (idea para productores con capital: ¡compren los derechos ya!). El edificio es un cuerpo tomado y si el derrumbe viral va demoliendo los patios del primero al quinto, como si fuera un descenso a los infiernos o el avance en temporadas de una serie que se vuelve cada vez más horrorosa, cuando el virus se mete en un territorio extraño lo convierte en terreno fértil: un motín maligno.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.