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Cálido y frío

El autor del libro “Café, la historia secreta de la bebida más amada y más odiada del mundo”, elige su bebida fría favorita.

Cold brew probeta
Tónico y reconcentrado, el espresso resume el espíritu del porteño: es sintético pero aguantador. Existen pocas ciudades del mundo donde se reverencie tanto el cafecito (así, en diminutivo), apenas 25 mililitros de bebida intensa que el hablador compulsivo es capaz de estirar lo que dure una cháchara o una confesión. Nuestra herencia italiana se plasma ahí, en el néctar oscuro de una porcelana blanca: un café más denso que otros pero con menos cafeína, porque el alcaloide se activa con el agua, muy aromático y sabroso, cubierto con una crema dorada con un espesor de 3 milímetros, por lo menos. Pura técnica que el admirador de la elegancia de las máquinas puede apreciar como aprecia un auto o unos zapatos italianos. Pero si en los últimos tiempos aun el hombre más tradicional admitió el chupín verde o la camisa florida, una nueva bebida disputa la soberanía del espresso: el más anglo cold brew coffee, un tónico helado para la ciudad que se presume europea pero con clima subtropical. Es un café filtrado durante horas a temperatura ambiente, que después se sirve bien frío y mantiene todas sus propiedades, con un gustito aterciopelado. Ya a la venta en varias cafeterías porteñas, se presenta en pequeñas botellitas marrones como las que guardaban las recetas magistrales en una farmacia de barrio: aunque pueda parecer un desatino para el bebedor tradicional, conserva la clase genuina de un viejo boticario.
Publicado en GQ 

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.