“Si hoy llamás a alguien por teléfono podrían decirte que sos un psicópata”: la afirmación de un joven de no más de veinte años advierte cómo es el protocolo de la época en materia de romance. Por escrito o en fotos, todo; oralmente, nada. Se dice que los que tienen entre 18 y 30 años pasan un promedio de diez horas por semana en aplicaciones de citas, donde ellos refuerzan los arquetipos clásicos masculinos (son todos hombres-torso, con abundancia de fotos en las que exhiben sus pectorales de gimnasio) y ellas sugieren el ideal de una mujer que anhela la cintura de una muñeca Barbie. El documental Swiped: citas en la era digital, estrenado en HBO, pone el foco en esos catálogos infinitos de personas donde los ludópatas amorosos pasan pantallas y pantallas y pantallas: como en una máquina tragamonedas, esperan ansiosos la feliz coincidencia.
El documental Swiped: citas en la era digital, estrenado en HBO, pone el foco en esos catálogos infinitos de personas.
Deslizar: eso es lo que se hace con los dedos sobre el vidrio del teléfono (y es lo que significa to swip en inglés). En Swiped se investiga cómo las aplicaciones Tinder, Happn, Grindr, Badoo o Bumble convierten el deslizamiento por los perfiles de otras personas en un juego compulsivo donde la recompensa siempre es la misma: acumular citas. “¿La conquista en la era digital refleja la muerte del romance?”, se preguntó el diario inglés The Guardian y la respuesta es que no: cambió de forma. Dar un toque o hacer match (estas expresiones nos invitan a pensar que se ama por deporte) son los rituales de cortejo de la modernidad, como antes eran cabecear en un baile o conseguir un número de teléfono, algo que hoy estaría reservado exclusivamente para los psicópatas. Sin embargo, el deslizamiento compulsivo delata un síntoma actual. “Lo nuevo es que estos sistemas alejan el cortejo del ámbito privado y lo ponen en el ámbito del mercado, donde la gente gasta dinero y consume”, opina Moira Weigel, historiadora de Harvard, en Swiped: citas en la era digital: “Las aplicaciones generan la idea de que podés cortejar todo el tiempo y que siempre tenés que estar exponiéndote y promoviendo tu producto”. ¿La oferta? Uno mismo.
En la era del hiperconsumo, el supermercado de personas atiende las 24 horas: el dedo se desliza y aparece alguien más. Y alguien más. Y alguien más. La lógica del ultracapitalismo se aplica a la vida íntima porque si es cierto que el deseo romántico o sexual se usa como carnada, cada vez que alguien dice “me gusta” autoriza una transacción: compra algo o regala sus datos. El cortejo electrónico supone una novedad evolutiva: en pleno siglo XXI, la humanidad convirtió el dedo en la parte más erógena del cuerpo.