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Cuando la realidad se vuelve un drama

Una fábrica yanqui ahora manejada por chinos (“los norteamericanos son todos vagos”, dirá un nuevo patrón) o las trampas que nos hacen los algoritmos para comprar lo que no necesitamos o votar al que no queremos. La cámara con pulso manual, el sonido ambiente sucio y la entrevista confesional hasta que llega la revelación: el desenlace devela las verdaderas intenciones del patrón y el algoritmo (o el gurú o el presidente) y el documental, ya definitivamente alejado de la observación naturalista del retozar de un león en la sabana, alcanza clímax dramático. El lanzamiento de DocuBay, una plataforma dedicada solo a las películas de no ficción, el éxito de Documentary Now, la comedia que parodia los clichés de los documentalistas, y el catálogo riguroso de Documenjuanes, la sección del programa radial Basta que hace curaduría de títulos, confirman un fenómeno de la época: los documentales son las nuevas series.

El furor por los documentales revela un tipo de interés por lo real justo cuando estamos intoxicados de actualidad.

 

En DocuBay, el Netflix de los documentales que ya está disponible en 180 países (entre ellos, la Argentina), se estrena una película por día sobre ciencia, naturaleza o cultura, entre otras categorías. En Documentary Now, la reverenciada Helen Mirren presenta con flema británica una falsa antología escrita, actuada y realizada por los comediantes de Saturday Night Live que recrea documentales clásicos, como el seminal Grey Gardens, y se burla del género y sus pretensiones de excelencia fílmica. En Documenjuanes, el periodista Juan Ferrari recomienda películas en el pico de rating radial sobre las penurias de una cárcel filipina o las denuncias de dóping en el béisbol estadounidense. El furor revela un tipo de interés por lo real justo cuando estamos intoxicados de actualidad: a diferencia de las series, que se eternizan en temporadas maratónicas, el documental es autoconclusivo, explora zonas oscuras de la realidad que se escapan de los noticieros, presta argumentos para las conspiranoias, ofrece temas de conversación ligera para el ascensor o la red social y es un modo de viajar sin levantarse del sillón (atributos muy valorados en estos tiempos). 

El documental moderno no resuelve su paradoja original: la oposición entre dos elementos antitéticos, verismo y montaje. Aun verídico (o verosímil), muestra un tratamiento creativo de la realidad: en la trasnoche del streaming, el espectador adormilado podrá creer que el robo a una casa de papel sucedió de verdad o que el nuevo patrón de la fábrica es una caricatura tan gruesa de lo chinesco que solo pudo haber sido imaginado por un guionista o interpretado por un actor.

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.