D

De alondras y placas rojas

A 10 años de la sanción de la ley de matrimonio igualitario, el recuerdo de unas noches y unos días que cambiaron todo.

 

Esa noche me dormí temprano: no es raro para mí, definitivamente afiliado al bando de las alondras. Pero la confesión desmiente la épica de la trasnochada: no estuve en la plaza y ni siquiera vi la sesión por televisión. Me comían los nervios. La noche anterior, sí: con un amigo fuimos a hacer la última parada en la Plaza de la República, donde nos habíamos juntado unos cuantos con banderas multicolor y respondíamos a las preguntas de los canales de noticias que, en realidad, eran todas una sola: “¿Para qué quieren casarse?”. Yo no quiero. Pero quiero la libertad de poder hacerlo. Esos mismos días se reclamaba desde la televisión que se nos dé alguna clase de indulgencia formal pero que no se lo llame “matrimonio” porque eso ya estaba reservado para otros. Puedo ser alondra, pero no tengo el corazón de un pajarito: palpitando en el pecho, me desperté temprano y nervioso y sin salir de la cama prendí la tele y entonces, sí, vi la noticia y lloré. Fue la definición perfecta de la ampliación de un derecho porque los que no lo teníamos lo tuvimos y los que lo tenían de antes no perdieron nada. En la pantalla, la placa roja, siempre dedicada con la urgencia del último momento a las malas noticias, agregaba el naranja, el amarillo, el verde, el azul, el violeta y la buena nueva era que el país empezaba a pintarse con colores diversos.

 

Publicado en @orgullolgbtar

CategoriesSin categoría
Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.