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El genio que era un auténtico bardo

Como un imán a una herradura: así atrae el hijo mayor las trompadas del padre. Es la metáfora que la escritora irlandesa Maggie O’Farrell eligió en su fabulosa novela Hamnet para narrar las descargas de violencia que William Shakespeare recibió de su padre John, un colérico guantero de Stratford. “Los ataques de mal genio de su padre salían de la nada, como las tempestades, y se desataban enseguida”, escribe O’Farrell y si bien el libro es una novelización de la mayor tragedia en la vida de Shakespeare (la muerte de su hijo Hamnet cuando tenía once años, apenas cuatro años antes de la publicación de una obra llamada… Hamlet) ahora se suma a los estudios culturales que revelan un hallazgo de esta época: la ultraviolencia del mayor dramaturgo de todos los tiempos.

 

Shakespeare y la ultraviolencia: como un Tarantino isabelino, riega el escenario con las tripas de sus personajes.

 

En Hamnet, elegido por The New York Times y The Washington Post como uno de los diez mejores libros del 2020 y recién publicado acá, O’Farrell ubica en las golpizas feroces que Shakespeare sufrió de niño el trauma que lo volvió un padre desapegado (en sus abundantes biografías apenas se menciona como nota al pie la muerte de su único hijo varón). En Billy’s Violence, la performance del artista belga Jan Lauwers, el ejercicio es brutal: su hijo Victor reescribió las diez tragedias del bardo inglés quitándoles el marco histórico y dejando solo los actos violentos. Hay más de sesenta muertes en sus obras y, por acumulación, el efecto es casi insoportable. Como un Tarantino isabelino, Shakespeare riega el escenario con las tripas de sus personajes: de tan misóginas, racistas y sanguinarias, sus obras no podrían representarse como él las concibió. “La violencia es un ingrediente esencial de Shakespeare”, repite Lauwers y si es cierto lo que postuló el crítico Harold Bloom (que Shakespeare inventó lo humano o nos creó tal cual somos en tanto codificó por primera vez nuestras emociones) no hay esperanza para nosotros: la violencia, más que la cálida bondad o la tibia gentileza, nos define como raza.

 

Agazapado durante un almuerzo que parece calmo, el mal genio del padre toma la forma de un manotazo que el joven William se liga sin preaviso. Cuando le tocó a él ser padre, fue bondadoso pero ausente con su hijo: la violencia se plasmó en sus otras criaturas, las obras de teatro. “¡Zorra!”, es lo último que escucha Desdémona antes de ser estrangulada y Cordelia sugiere el incesto en el acto final, padecientes las dos para toda la eternidad. ¿Quién era Shakespeare realmente? Tal vez no lo sepamos nunca, pero algo es seguro: el bardo hizo de su obra un ídem.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.