Mohamed Mbougar Sarr es el nuevo ocupante del puesto de “joven escritor africano prometedor”. Nacido en Senegal hace 32 años, pero plenamente integrado a la sociedad francesa (ganó el premio Goncourt), escribió La más recóndita memoria de los hombres, la novela más comentada de la temporada: es un alegato contra los abusos del colonialismo y las taras del exotismo, sí, pero no solo eso. También es una parodia al cliché de la africanidad y un viaje por la literatura universal del siglo XX que une ciudades (Dakar, París, Amsterdam, Buenos Aires) y escritores, de Mallarmé a Bolaño: como impone la época, un feliz pastiche.
La última novela de aventuras literarias: un prodigio de cajas chinas con muchísimos guiños para cultores de la lectura.
En La más recóndita memoria de los hombres, se lee de tal escritor que “es el antiguo ocupante del puesto de ‘joven escritor africano prometedor’”. El libro es un prodigio de cajas chinas o muñecas rusas (o timbales senegaleses) pero ahí donde los críticos se excitan ante cada guiño literario, y acá hay muchísimos, Mbougar Sarr se ríe: lo suyo es parodia. “Simplemente describo con humor e ironía (y burlándome un poco de mí mismo) una situación literaria que me ha sido dada”, dijo en una entrevista, relativizando el sello de nueva-gran-cosa-nueva que adoramos los periodistas, siempre con angustia de sumario. La trama es simple pero intrincada: en 2018, un joven escritor africano prometedor se obsesiona con un libro maldito publicado en 1938 por un antiguo escritor africano prometedor. Como en El ladrón de orquídeas, la ambición de novela total se tamiza con la autorreferencia irónica: Mbougar Sarr intuye que el propio acto de escribir esta novela lo pondrá en su sitio. El libro maldito puede ser este mismo, un libro que tenga algo de catedral y de anfiteatro (“nosotros entrábamos como a la tumba de un dios y acabábamos arrodillados sobre nuestra sangre derramada en libación a la obra maestra”), que inaugure y clausure toda posibilidad de literatura.
O no tanto. Lo mejor de La más recóndita memoria de los hombres es que se trata de una novela de aventuras, ya no de corsarios o astronautas, sino literarias. Mbougar Sarr deja caer los nombres de Sábato, Gombrowicz o la revista Sur, entre tantos otros más lejanos para nosotros, y en las menciones delata su erudición pero también el humor de alguien que desconfía de las capillas y las promesas. Al final, queda poco resto de vida si se lee tanto y la obsesión por la literatura conduce menos al paraíso que al cadalso: según el joven escritor africano, “hay varias maneras de atravesar el infierno y una de ellas es aprenderse un libro de memoria”.