“Si me voy de tema es porque no hay tema. La literatura solo puede actuar en el vacío del que viene, sin el auxilio de una idea que la empuje”: las palabras del narrador, al que llamaremos Charly, son la confesión de una novela sin género, que es puro vacío. Pero qué digo sin género, si tampoco tiene título ni solapas ni autor conocido y es el gran misterio de esta época: un relato de 230 páginas que llegó a las librerías con tapa y contratapa en blanco, y que exige un acto de fe de los lectores eventuales, teniendo en cuenta el precio de los libros, pero que entre esas dos cartulinas vírgenes, y acá va lo importante, encierra una novela maravillosa y monstruosa como la vida misma, si fuera cierto que su género (el de la vida y el de la novela) es lo inespecífico.
¿Quién está detrás de las tapas blancas? Un libro que desafía los mandatos actuales del marketing editorial.
El relato empieza con un pusilánime que quiere provocar temor en los hombres y deseo en las mujeres (¿le suena?) y termina como una Mad Max bonaerense mientras un guionista de televisión con vocación de novelista, el tal Charly, es testigo y hacedor de lo que sucede. ¿Quién escribió este portento? “En tiempos en que nada es secreto y pareciera que la privacidad llegó a su fin de la mano de las redes sociales, esta propuesta va en el sentido contrario”, me dice Mercedes Güiraldes, editora de Seix Barral, que guarda el secreto de manera insobornable. Si es cierto que Anónimo es uno de los autores más populares de la historia, aquí la incógnita se vuelve revulsiva: el propósito es destacarse entre el estruendo del marketing editorial con ruido blanco (ni tapa tiene el libro). El misterio de los anónimos y los seudónimos, como la elusiva Elena Ferrante o la múltiple Carmen Mola, el apodo de tres hombres que este año ganaron el Premio Planeta, a veces solo enmascara aquello con poca sustancia. No es el caso: la escritura prodigiosa, el uso habilísimo del metaverso (“sí, voy a figurar. En idea y realización poné: ‘Anónimo’”, se parodia Charly), el fanatismo por un gran club de fútbol, cierta ciudad del interior bonaerense y la inteligencia deslumbrante alientan en el lector la sospecha de que detrás del vacío se esconde un autor que ya ofreció incontables felicidades.
Que este libro encuentre lectores dependerá en gran medida de los libreros que lo recomienden: como dice su editora, es una cita a ciegas. Un motivo para el anonimato es el oprobio, la autopreservación o la necesidad de generar suspenso donde escasea la intriga. Este libro sin título es todo lo contrario: un impulso vitalista de llenar los blancos de la existencia.