¿Todo lo que tenemos es porque lo merecemos? ¿La discriminación siempre es injusta? ¿Es lógico que Cristiano Ronaldo gane al año dos mil veces más que un maestro de primaria? Éstas son algunas de las preguntas que se hacen en El gran debate, la extraordinaria serie nueva de Michael Sandel, el profesor más popular del mundo (la anterior, Justicia, está completa en YouTube, donde ya tuvo 30 millones de vistas). A los 65 años, Sandel enseña Filosofía Política en Harvard y hace unas semanas recibió el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. Pero además es un showman del pensamiento: en El gran debate lleva a una veintena de jóvenes de distintos países, oficios y nivel socioeconómico hasta el santuario de Anthiarius, cerca de Atenas, para discutir con el método socrático temas como la desigualdad, la inmigración o la revolución digital entre los restos de columnas dóricas, jónicas y corintias.
A los 65 años, Michael Sandel enseña Filosofía Política en Harvard y es un showman del pensamiento.
Maestro de la dialéctica, Sandel pone del revés las convicciones morales de sus alumnos: este Merlí estadounidense, que llegó a dar clases en estadios para quince mil estudiantes y que prohíbe el uso de computadoras o celulares (“la distracción es el gran enemigo del saber”, repite), se planta como árbitro del diálogo entre jóvenes que no sólo no tienen nada que ver sino que piensan muy distinto. El ágora televisiva estimula el intercambio de ideas sin las pullas ni las chicanas de los panelistas intratables: El gran debate, que se puede ver en inglés en el sitio human.nl, estimula la llegada a conclusiones a través del disenso respetuoso. Profesor de la escuela de los prácticos, Sandel es un puntal de la corriente que une la filosofía con la vida cotidiana: si Sócrates, Bentham o Kant pueden ser muy herméticos para las personas de esta época, él vincula el pensamiento con la acción y sus consecuencias éticas mientras se pregunta si es justo que Uber cobre más caro cuando llueve o cuánta fe debemos poner en la igualdad de oportunidades si un jugador de fútbol es dos mil veces más valioso que un maestro.
Según Sandel, las cosas dependen del contexto: si Ronaldo hubiera vivido en la Antigua Grecia habría sido pobre. “Moralmente no hay diferencia entre una aristocracia feudal y una meritocracia donde la riqueza va para los que nacen con talentos que la sociedad valora”, concluye. Hoy vale más pegarle bien a la pelota que enseñar a leer a un chico. Ya pasaron 45 minutos del programa y seguimos pensando. La hora, referí: “Ambos, la aristocracia antigua y la meritocracia moderna, son moralmente arbitrarios”. Final del primer tiempo, golazo del profesor.
Publicado en La Nación