Con la trampa propia de cualquier ilusión óptica, la taza parece flotar. La ideota fue de un yanqui llamado Tigere Chiriga: recién mudado con su esposa, quería evitar las aureolas de las tazas sobre sus flamantes muebles de madera lustrosa. Los posavasos le parecían poco prácticos y, con el espíritu de un buen emprendedor, se puso a diseñar. Inspirado en un “portabananas”, su desafío fue modelar una pieza única de porcelana. Lo consiguió. En términos de diseño, su Floating Mug es un éxito. Y mientras busca inversores para la primera camada de 500 unidades, entretiene a las visitas con la taza que parece flotar.
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