Nunca te pelees con un hombre que lleva una permanente: así se llama el segundo tema del disco y, aunque la canción esté dedicada a famosos con pelo comprado como Charlie Sheen y Michael Keaton, el mensaje va para todos los señores que abusan de los afeites y parecen “un Sinatra de plástico”. El álbum se llama Joy As An Act of Resistance y confirma que la banda inglesa Idles entiende la alegría como un acto de resistencia: en gozosos 43 minutos, doce canciones con espíritu punk que ofrecen una respuesta lúcida a esta época de pálidas. No sé si van en serio o en broma, pero es lo mejor que escuché en el año. Antídoto contra la mufa o crítica impiadosa a las taras de hoy, es de esos discos que se oyen mientras se siguen las letras y que hablan directo al oído de aquellos más preocupados por la parte de afuera de la cabeza: no se hagan los rulos.
El disco más feliz, lúcido y brutal del año: “Joy As An Act of Resistance”, de la banda británica Idles.
Según el diario The Guardian, “Idles es la banda más necesaria de Inglaterra”. En el desconcierto posterior al Brexit, ahí donde se discute aislar todavía más el reino, los Idles (en inglés, vagos) dicen “mi hermano de sangre es un inmigrante, él está hecho de carne, él está hecho de amor, él está hecho de vos, él está hecho de mí”. A los 33 años, el cantante Joe Talbot parece la encarnación de un ícono steampunk: cubierto de tatuajes y con un mostacho frondoso, tiene el aspecto de un hombre victoriano que llegó del siglo XIX para enchufar una guitarra eléctrica. A los gritos y con el ritmo motorizado, él reflexiona con ironía pero sin cinismo sobre las exigencias de la masculinidad, los dilemas del laburante, la alienación de los suburbios, los mandatos familiares y hasta los deberes de James Bond sin esconder las heridas. Durante la grabación de su disco Brutalism murió su madre y en la tapa se ve una foto de ella junto a una pira que parece dispuesta para la cremación (esto sí no es broma: ¡sus cenizas fueron prensadas en una edición limitada de cien vinilos!). Mientras grababa el nuevo álbum murió su hija y la canción June le dedica las seis palabras más desgarradoras alguna vez atribuidas a Hemingway: “Vendo zapatos de bebé sin usar”.
La canción, como el cuento, es una forma pura de literatura. Y si es cierto que el arte puede salvarnos del dolor ruinoso (lo es), acá la ira hace catarsis en una crítica brutal pero aun así esperanzadora. Porque… ¿quién está libre de la pena o del ridículo? Escucho a Idles en loop y, mientras pienso que solo el humor nos salvará, viene a mi cabeza sin rulos la frase de Thoreau, acaso el primer punk: “Muy probablemente la alegría sea condición para la vida”.