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La culpa del sobreviviente

Seis chicos se suben a una camioneta. Van a buscar escarabajos a una montaña cercana. El séptimo se arrepiente, rechaza la invitación y se salva: todos sus amigos serán asesinados. La tragedia sucede en Argelia, en los años de la guerra de la independencia, pero podría haber pasado en Ruanda, en Nigeria o en Kenia. Y acompaña al escritor hasta su madurez, cuando se descubre a sí mismo estupefacto en un cuarto de hotel con la valija sin deshacer, sentado al borde de la cama y pensando en sus seis amigos… Esta tragedia íntima pero universal es el corazón de La montaña, un libro del argelino Jean-Noël Pancrazi que supone un pequeño fenómeno editorial: la publicación de autores desconocidos de África, el continente maldito. Escrita casi sin puntos aparte, la novela de Pancrazi es una larga exhalación o la transcripción fiel de las memorias de aquella fatídica tarde de junio y todo lo que vino después.

Con el idioma de los colonizadores o los dialectos nativos, la desgracia se repite en las voces múltiples del continente que tiene 54 países y mil millones de habitantes.

“Yo tenía la impresión de que me miraba con dureza, con hostilidad, como si me reprochara no haber partido a la montaña con los otros chicos, seguir vivo, haberme salvado”: así recuerda el encuentro con el padre de Serge, uno de sus amigos asesinados. Al desconcierto de que todos los adultos lo llamen “hijo mío” aunque no sean familiares, Pancrazi suma una culpa existencial: ¿por qué le tocó a él salvarse? La guerra de Argelia para independizarse de Francia fue una de las más brutales del proceso de descolonización africana y entre 1954 y 1962 dejó casi medio millón de muertos. Sus esquirlas llegan hasta hoy: en La montaña, una novela desesperadamente triste, el autor exorciza las imágenes infantiles de la guerra y el exilio y las pone en palabras. Por suerte podemos leerlas: este librito es uno de los primeros de la novísima editorial Empatía, que traducirá y publicará acá a escritores africanos menos famosos que el angoleño José Eduardo Agualusa, el sudafricano J.M. Coetzee o la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. Con el idioma de los colonizadores o los dialectos nativos, la desgracia se repite en las voces múltiples del continente que tiene 54 países y mil millones de habitantes.

Un Dios salvaje permite que un grupo de hombres asesine a seis chicos en lo alto de una montaña. El que se salva no logra dormir en paz en toda su vida. Cada noche recibe la visita de un ángel inoportuno que le recuerda cuánto le gustaba a Serge andar rápido en bicicleta o la inocencia de los primeros escarceos románticos entre Jean-Pierre y Michelle en los minutos del recreo. Siempre hay algo bíblico en La montaña: si el hombre no va a ella, ella va a él.

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.