Godoy Cruz 3038, 4 amb., ctrafrte., balcón, ¡muy lum!, 3 bañ. Si los intérpretes de jeroglíficos egipcios no hubieran estado ocupados descifrando los misterios de las pirámides podrían haber ayudado a traducir los clasificados: cualquier futuro inquilino entiende a Tutankamón. La épica del alquiler, no tanto en el drama derivado de la ausencia de ley sino como rito de iniciación, es el tema de Por qué te vas, la primera novela del escritor y actor Iván Hochman, famoso como el Fito Páez de la serie de Netflix: a los veintipocos, su alter ego Milo vive con sus padres y su hermana pero se quiere mudar y, mientras visita departamentos en bicicleta, alguien le va dejando cartelitos con la pregunta que da título a la novela. En esta pequeña saga de libros que hacen bien, la lectura devuelve al adulto a los días bautismales de su emancipación, cuando el alquiler de un dos ambientes con balcón francés era una promesa de independencia más estimulante que La Marsellesa.
Una novela que relata el camino y los desafíos de un joven que quiere dejar la casa de sus padres y comenzar la vida independiente.
Zapiola 483, 1 amb. Int. Baño, ideal pareja. El ahorro en los caracteres viene de la época en que los avisos se pagaban por palabra y perduran como un código secreto, el que abre la puerta a la madurez. En su entrada a la vida, Milo empieza y abandona una taxonomía de los inmobiliarios (“todos los que alquilan departamentos se llaman Ricardo y se visten como este Ricardo”), recoge los testimonios de sus amigos ya emancipados, habla con sus padres, confiesa sus sueños y vacila ante los objetos cargados de valor emotivo que se apilan en su habitación: “Quizá lo que de verdad necesito es lo único que no me puedo llevar”. Por sus devaneos, se dijo que Por qué te vas tiene reminiscencias salingerianas, si es cierto que Salinger narró al adolescente definitivo. Pero, ¿qué tiene que ver un pibe de los cincuenta con este Milo? Aunque la tecnología, la costumbre o la moda sean muy diferentes, el impulso vital es el mismo, el de ese momento bisagra en que uno evita que el niño que fue vaya a caer en el precipicio.
Estomba 2631, 1 bañ., 2 hab., coc. Impec! T/luz y sol! La narración fragmentada y polifónica está en sintonía con este tiempo, uno en que los pibes de la edad de Milo escriben y leen más que nunca en la historia, pero en formatos breves y con voces múltiples. Así, Hochman condensa un ritmo contemporáneo (y “las ansias de toda una generación”, según dice la contratapa). Como un paseo en bici por una callecita que desemboca en el río, la lectura es ligera aun cuando describa al detalle la manía de un neurótico por las enumeraciones: “Lista de responsabilidades y tareas de la casa que tendré que afrontar cuando viva solo: hacer la cama; regar las plantas; lavar y cambiar las sábanas; lavar la ropa; poner a secar la ropa; planchar la ropa; reordenar la ropa en los cajones…”. La lucha por la independencia tiene mucha burocracia y cerca del final se anuncia la victoria cuando una lista de tareas, la última, aparece tachada: “Escribir una novela sobre un joven que se quiere ir a vivir solo”.
¿Y el café?
“Ruido de microondas”, oye Milo: “Ruido de cuchara en el borde de una taza. Papá se preparó un café y está sentado en el piso del cuarto de mi hermana, escuchando cómo toca un trasandino popular anónimo”. No existe sensación de hogar más acogedora que la fragancia del café recién preparado. Por eso, en la primera mudanza el joven debe procurarse un método: descartados el café instantáneo y los saquitos (menos recomendables que un quinto piso por escalera), que se haga regalar una prensa francesa, cafetera revolucionaria por eficiente y económica, la pieza fundamental de todo menaje hogareño.