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Moscú, día 1: sírveme despacio, que estoy apurado

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El manual de Historia nos enseña que los rusos son tan orgullosos que prefirieron incendiar Moscú antes que verla rendida ante Napoléon. Y eso hicieron, ahí por el 1812. Atrincherado en el Kremlin, el pequeño general tuvo que abandonar la ciudad, perseguido por el fuego y la hambruna pero, en el apuro de la huida, se llevó a Francia una palabra que el mundo tomó por parisina: “Bistró“, que en París será sinónimo de cafetín pero en Rusia significa “rápido”. Pero así no te atienden en los bistrós, perdón “koΦe“, de Moscú: ligero.

Primer café moscovita. Marca Danesi, con bocadito y trufa.
Primer café moscovita. Marca Danesi, con bocadito y trufa.

En la autopista que lleva desde el aeropuerto Sheremetyevo hasta el centro, se suceden los neones que anuncian: un IKEA, un IMAX, algunos cafés (nomás Nescafé, en modelo de negocios que en la Argentina no se consigue, con mesas y sillas; o Mak KaΦe, versión eslava de los arcos dorados) y unos cuantos puteríos. Es entendible entonces que, después de casi 25 horas de viaje, el hombre tenga sus urgencias hormonales: me muero por un café. De visita rockera y cafeteril en la Unión Soviética (así la llamo íntimamente, aun después de la glasnost y la perestroika, fosilizada detrás de una cortina de hierro en mi imaginación infantil, estimulada por las lecturas de un padre aficionado a las novelas de espías), me tomo mi primer café moscovita.
Es en el bistró L’Estrade, todo de inspiración francesa, como en corte de manga al Napoléon fugado. Espeso, amargo sin azúcar, con una tapa de crema, cortísimo, casi un ristretto: marca Danesi, importado de Italia, se me insinúa como un sello gourmet en el imperio de la etiqueta de supermercado y lo acompaño con exquisiteces rusas: trufa de chocolate manjiki, ron, nougat y crema; y bocadito de chocolate con leche, sésamo, almendra, crema y cognac. Vuelvo a la vida, catatónico por el síndrome de la clase turista y, mientras padezco a la camarera en su lentitud chejoviana, me pregunto por qué le dirán acá “bistró” si el barcito desafía la prisa del pequeño gran general que, dicen, decía: “Vístanme despacio que estoy apurado”.

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.