La nariz de plástico, los ojos opacos y el pelo de canecalón le dan el aspecto de una muñeca símil Barbie en tamaño humano o de un maniquí del Once que súbitamente cobra vida para asustar a los clientes. Se hace llamar Narcissister, vive en Brooklyn, para muchos críticos es la artista del año y ella solo se deja ver en público con una máscara monstruosa: las facciones sintéticas recuerdan la expresión unánime de esas mujeres homologadas por el bótox o la cirugía, como la que se estiraba el rostro hasta lo imposible en la película Brazil. Haga el ejercicio: busque en Google su nombre artístico y comprobará que el primer o el segundo resultado es “la verdadera cara de Narcissister”. Nadie la conoce. Como Banksy, hizo del misterio una atracción aunque lo más valioso no es eso sino que sus obras hablen de los temas de la época: etnia, género y sexualidad.
¿Quién está detrás de la artista del año? Narcissister solo se deja ver en público con una máscara monstruosa.
Junto a treinta mujeres, sale a caminar por las calles de Nueva York en topless pero cubierta por la máscara, reclamando para sí el mismo derecho que tienen los hombres: andar sin remera. O pedalea en una bicicleta fija que la cachetea con látigos. O se viste como una salchicha enorme que dispara ketchup de sus pechos y se erecta del pan para inquietar a los espectadores más panchos. Todas sus obras son performáticas: ella pone el cuerpo y en la parodia o el escándalo propone una reflexión sobre el papel social de las mujeres o la falta de oportunidades en el país que hizo de la fe en el progreso su credo principal. Se sabe, apenas: que es hija de una artista marroquí-judía y un profesor afroamericano, que tiene un hermano, que creció en San Diego, que fue bailarina, diseñadora de vidrieras y estudiante en La Sorbona. Casi nada más. Su amistad con el músico Marilyn Manson y sus celebradas participaciones en el programa America’s Got Talent despertaron tanta curiosidad sobre su identidad secreta que hace unas semanas se estrenó el documental Narcissister Organ Player: dirigido por ella misma, solo deja ver de sí lo que quiere. Más bien poco.
“Narcissister no es nadie”, repite ella: “Es una máscara de plástico que solo está animada por la persona que la está usando”. Acaso de su antiguo oficio como vidrierista adoptó la expresión inmóvil del maniquí como protección de su intimidad y manifiesto acerca de la sobreexposición o la egomanía. En el acrónimo de su nombre, ella se asume como una hermana (sister) de todas las mujeres y reescribe en tiempos de selfie la fábula de Narciso, el hombre que encontró un destino fatal al encandilarse con su propio rostro.