N

Nunca es tarde si la dicha es buena

La espera terminó: llegamos al final de un año que se hizo eterno. Si es cierto que la vida está unida por un hilo continuo de acontecimientos y esperas, el apuro por cambiar de agenda marca el ánimo de aquel que espera pasar página: desespera. Tengo la teoría de que los festejitos empresariales o sociales de este fin de año se adelantaron a noviembre o principios de diciembre para acelerar el calendario. Por eso celebro, con una copa de sidra y doce uvas negras, la publicación de El tiempo regalado, un sensacional ensayo sobre la espera escrito por la periodista alemana Andrea Köhler. En pocas páginas (se lee rápido), ella reflexiona sobre lo que significa esperar algo en una época mandatada por la fugacidad, la urgencia y la velocidad. Siempre esperamos: que el dentista nos atienda, que llegue el delivery, que cargue la página, que sean las doce. ¿El premio? La libertad. Pero el castigo es que después hay que volver a esperar. 

¿Qué significa esperar en una época mandatada por la fugacidad, la urgencia y la velocidad?

“El que sabe esperar sabe lo que significa vivir en condicional”, escribe Köhler y viene a mi memoria la cara expectante de mi sobrino hace unos días, esperando que llegue la medianoche para confirmar si debajo del arbolito estaba, o no, lo que había pedido a Papá Noel (estaba). La dramaturgia de la espera tiene un guion clásico: en el amor, el que espera es el que más ama; en el trabajo, el que hace esperar es el que detenta el poder. Como en esas rutinas de viejos capocómicos donde ya se sabe lo que ocurrirá, pero aun así se aguarda el remate, la espera cotidiana depara pocas sorpresas: el dentista atiende, el delivery llega, la página carga. Pero es posible pensar la espera según el psicoanálisis, la filosofía, la metafísica, la literatura o el teatro (¿cuándo viene Godot?). Con muchísima lucidez y una belleza casi poética, Köhler firma un ensayo culto y erudito donde se cruzan Beckett, Nabokov, Borges, Barthes y La Bella Durmiente, epítome de la espera romántica. “El libro El tiempo regalado consigue hacerte creer que sos tan inteligente como su lectura”, dijo el escritor Richard Ford: “Yo lo leí dos veces solo para hacerme ese regalo”.

Se dice que no es lo mismo esperar que tener esperanza. La espera está atrapada en el instante porque, cuando esperamos, permanecemos en un estado de pausa dramática: vivimos en latencia. En cambio, la esperanza nos vuelve confiados, nos anima a creer que vienen cosas positivas, tal vez no de inmediato pero sí bastante pronto. ¡Nunca es tarde si la dicha es buena! Veamos si ya son las doce. Y si todavía falta, no perdamos la esperanza y deseemos, para nosotros y los otros: feliz año nuevo. 

Publicado en La Nación

CategoriesSin categoría
Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.