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Pequeño tratado sobre el consuelo

Existe un instante fatal en que nos damos cuenta de lo inevitable: no seremos eternos. A la francesa Delphine Horvilleur la revelación le llegó cuando tenía diez años, se tragó una bola de plastilina y creyó que iba a morir esa misma noche. Si es cierto, como dijo André Malraux, que “la tragedia de la muerte es que transforma la vida en destino”, Horvilleur no pudo escapar del sino propio: es experta en la muerte. No es tanatóloga, ni mucho menos asesina serial, sino una rabina, escritora y filósofa que ofrece consuelo profesional entre los deudos de los fallecidos y que acaba de publicar Vivir con nuestros muertos, un tratado inspirador sobre la pérdida y el consuelo. 

 

Cómo vivir con nuestros muertos: un ensayo inspirador sobre la pérdida y el consuelo escrito por una “experta en muerte”.

 

Llegué al librito con una esperanza: encontrar palabras que alivien la pena por la partida de mi abuela Teresa, el año pasado, a quien no pude despedir por la cuarentena. “La pandemia alteró los ritos funerarios y el acompañamiento en el duelo”, escribe Horvilleur, quien tuvo que relatar pompas fúnebres por teléfono porque en París, igual que en Buenos Aires, los velorios estaban suspendidos. Más que rabina, ella se define como narradora y su misión es ayudar a recordar que cada hombre y cada mujer fallecidos dejan atrás la historia de una vida “ciertamente compleja y atormentada”. La burocracia municipal convierte la despedida en un trámite civil más; pero aquel y aquella, antes de estar muertos (o peor, convertirse en “occisos” según la crónica policial) fueron personas. Para sus oficios, Horvilleur indaga como una detective en las historias que vivieron quienes dejan este mundo: “Lo que sea con tal de que en nuestro entierro se nos permita no ser reducidos a nuestras muertes y transmitir cuán vivos estuvimos en vida”. Con una sensibilidad nunca grave ni ligera, Horvilleur evoca casos de existencias interrumpidas, ofrece interpretaciones de los textos sagrados, enumera tradiciones funerarias de distintas culturas y, finalmente: alivia. Aunque parezca paradójico, su libro es una potentísima fábula vital sobre el acto de morirse porque, en definitiva, toda persona cinco minutos antes de fallecer todavía estaba viva.

 

Mi abuela Teresa se reía de la muerte: decía que no pensaba vivir ni un solo día después de cumplir los 80 (al final, se terminó quedando acá más de una década). Su despedida rapidísima impidió que la muerte confisque el relato de una vida que tuvo infinidad de anécdotas que sobreviven entre sus hijos y sus nietos. Y aunque sepamos que ya no volverá, hay una verdad que discuto a muerte: ella siempre estará con nosotros.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.