Ni dos cucharaditas de azúcar ni edulcorante: café con sal. Al menos, esa es la costumbre en varias regiones del mundo (Turquía, Suecia, Noruega, Hungría, Siberia…) y que ahora, con el boom del café, se está extendiendo. Ponerle sal al café tiene sus ventajas. Por ejemplo, mejora y potencia el sabor: a diferencia del azúcar, que solo enmascara el amargor del café, la sal puede eliminarlo por completo. También reduce errores de preparación (neutraliza el amargor o la astringencia) y evita que el cuerpo pierda sodio, cosa que sucede al beber unas cuatro tazas por día.
El café con sal se puso de moda en la época del Imperio Otomano y sigue siendo una costumbre ritual en algunos lugares de Turquía. Una tradición antigua consistía en ofrecer café con sal para el novio y su familia cuando iba a pedir la mano de una mujer. Se llamaba “la prueba del algodón”: si el joven aceptaba y tomaba sin chistar el café salado, la familia de la novia lo aprobaba porque presumía que era una persona aguantadora.
