En España, un lugar donde se toma un café casi tan malo como en la Argentina, de a poco se impone el grano de especialidad. En Madrid, pequeñas cuevas de café exprimen las bondades del espresso o los métodos filtrados, como Bianchi Kiosko Caffé, en pleno barrio de Malasaña, que ofrece un grano de Etiopía cultivado con proceso natural a 1.900 metros de altura (se dice que sabe a notas vinosas, almendras, vainilla y frutos rojos). En Barcelona, la corriente cafetera está más extendida pero, por casualidad, me topé con las finales del torneo de aeropress de Cataluña, donde casi ochenta baristas compiten por un lugar en el Mundial. En ambas ciudades, la sorpresa la dio el índice espresso: apenas 1 euro en promedio, unos 17 pesos de los nuestros por una tacita. Casi un regalo.
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Reporte cafetero desde la metrópoli
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