La banda toca unos acordes de jazz, el público en el estudio aplaude, el telón se corre y entra él, un hombre que domina el mundo detrás de un escritorio: el rey de la comedia. De todas las instituciones culturales que inventó el soft power estadounidense, una de las más perdurables es el late show, ese tipo de programa nocturno de rutina invariable, tantas veces imitado y jamás empardado. En La historia del late show, una fascinante serie documental de la CNN que se estrenó en la plataforma HBO Max, se describe la taxonomía de un género que nació entre gallos y medianoche y que es idéntico a sí mismo.
El documental que muestra la historia detrás del late show, un género que es idéntico a sí mismo.
Un escritorio, una orquesta, un fondo de ciudad, un monólogo: lo que parece fácil es lo más difícil del mundo (primer axioma). Si la parodia política convive con la entrevista jugosa o la prueba de destreza física, esas locuras aparentemente espontáneas que celebran el don de la improvisación están guionadas. Y acá hay una respuesta que explica por qué el formato no funcionó nunca en la Argentina: lo que parece barato es lo más caro del mundo (segundo axioma). Es usual que un programa típico, como The Tonight Show, The Late Show o Jimmy Kimmel Live, los tres que compiten al mismo horario en la TV estadounidense, tengan salas con veinte guionistas que pelean por colar un chiste en la rutina y mientras en uno esperan para tocar los Rolling Stones, en otro se apronta Tom Cruise para el reportaje y en otro más, LeBron James apunta a un aro de básquet de utilería. La arqueología televisiva registra el nacimiento del género en 1954, cuando la cadena NBC buscaba una réplica nocturna para su legendario ciclo matutino Today, que todavía está en el aire. Así nació Tonight, el que hoy conduce Jimmy Fallon y antes, Steve Allen y Johnny Carson, entre pocos otros, todos toros: lo que parece diverso es lo más hegemónico del mundo (tercer axioma). Salvo contadísimas excepciones, el late show es un producto cultural de blancos ricos heterosexuales para blancos ricos heterosexuales.
“¡Aplausos!”, exige un cartel rojo y el público obedece. Anteúltimo reducto televisivo de la corbata y el traje de buen corte, el late show se actualizó según la época, ahora más enfocado en producir videítos virales que en alcanzar el pico de rating. En definitiva, siempre nos divierten las mismas cosas: el patinazo de un famoso o la réplica ingeniosa a una pregunta afilada. El milagro del género es que se repita todas las noches porque, como dice un productor veterano, “el late show logra que el lugar más divertido del mundo esté a los pies de tu cama”.