“Estoy sobrepasado”: esto es lo primero que me dice Robert Smith la noche en que nos conocemos, él como manchón negro sobre una alfombra roja y yo como anfitrión en país ajeno, pero no habla de drogas ni del peso excedido que lo asemeja al personaje “La Maestra” de Gasalla: “Estoy sobrepasado” es la reacción al griterío de la multitud invitada a la entrega de premios MTV, el rimmel corrido, el rouge estropeado como después de un chupón asesino. Aun abrumado, Robert es amable y yo percibo una simpatía que, más tarde, confirmará mis fenomenales errores de percepción. Después del show, y barridos los restos debajo de “la alfombra”, mis amigos mexicanos me conducen a una fiesta en la Torre Mayor que impone una escalera al cielo: en el balcón del primer piso está el VIP, donde festejan Robert Smith y el killer Brandon Flowers, y desde donde alguien me tira un vasote de vidrio contra la espalda que, si no me desmaya, al menos me provoca un ahogo. ¡Augh! La paranoia me hace sospechar que el ataque fue orquestado por un Robert resentido o por Brandon, de quien dudé de su machismo americano y, aunque me excito brevemente con la ilusión de tener enemigos célebres, pronto asumo mi propia insignificancia. A la mañana siguiente, los diarios aztecas muestran a Robert en sus tapas, el gesto serio y el titular escandaloso: “Asegura el cantante que pasar por una alfombra roja es la peor experiencia”. ¿Eh? “Me di pena yo mismo al no saber estar en la jugada. La primera pregunta fue ‘¿de quién es la ropa que estás usando?’ y yo le contestaba al reportero que mía. Le insistí dos veces hasta que Simon Gallup me dijo que se refería al diseñador y a la marca de mi ropa. Dije ‘¡Dios mío, no lo sé y no me interesa!’ (…). Las preguntas eran de burla o eran absurdas, o se reían o sólo criticaban, y aunque es muy respetable eso no es para mí”. Cierro el diario con una sensación ambigua: puede que ahora tenga un enemigo famoso y no sé si eso me ennoblece o me denigra y, al comprobar cómo duele el moretón en la espalda, me pregunto si alguien tiene la Cura para sanar este mal.
Publicado en Clarín el 26 de octubre de 2007