S

Sábado a la noche: tributo a la discoteca

Studio 54
Coffee BreakLa parábola proletaria, reescrita en clave de música pop: la fábula asalariada de Tony Manero tiene un final feliz con cada fiebre de sábado por la noche. Si el gran sueño americano se había vuelto una pesadilla para mediados de los ’70, tras el fracaso de la utopía hippie, la discoteca fue el refugio para el que sufría durante la semana la tiranía de un empleo mal pago o la incomprensión de la familia. Para Peter Shapiro, autor de La historia secreta del disco, una reparación histórica: aquella película seminal de 1977 fue “el artefacto disco más grande de todos los tiempos” y su zona de inclusión (para nosotros, “el boliche”), escenario del último período de hedonismo desenfrenado, el lugar de una fiesta de proporciones épicas, la combinación de logros políticos y sexo libre de consecuencias. Los ’80 traerían el neoliberalismo, la cocaína y el sida, con su “sensación casi palpable de duelo y pánico”. Una vez superada la perversión de una puerta a veces infranqueable (con el “rebote” asumido como prueba de iniciación), más que espacio de consumo, una zona de producción cultural y social inédita: la pista es tan democrática como darwiniana, porque admite a cualquiera en el ejercicio de sus virtudes pero consagra ganador al que mejor baila o al que mejor besa. 
El ingenuo, o cínico, afán de autenticidad del rock hizo de la música disco un paria desclasado. Con la estructura repetitiva de un ritmo de 4 x 4, el valor del género pasa menos por sus atributos musicales que por sus posibilidades de redención: si “a comienzos de los ’70 las palabras ‘ciudad de Nueva York’ se habían convertido en una abreviatura para todo lo que estaba mal en los Estados Unidos”, la discoteca iluminó ese pozo séptico de decadencia moral, allá, acá y en todas partes. Pero lo hizo durante unas horas y con el fulgor pasajero de los brillitos de una bola de espejos: ¿acaso existe una inmersión más brutal en la realidad que ese momento en que se termina la música del boliche y se encienden las luces delatando la mugre del piso, los lamparones en los sillones y los vasos a medio tomar? Epifanía de un domingo a la mañana: frente a nuestros ojos, todo lo horrible del mundo y una esperanza, apenas: que pase rápido hasta que llegue el sábado por la noche.
Publicado en diario Perfil

CategoriesSin categoría
Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.