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Se oye una canción que hace suspirar

“No nos gusta lo que no entendemos”, canta una turba encolerizada mientras porta decenas de antorchas con un solo propósito: eliminar a la Bestia. Vista a la distancia, la película La Bella y la Bestia podría ser una alegoría sobre el sida. Es lo que sugiere el documental Howard, vida y música que se estrenó en Disney+ y que recupera la obra de Howard Ashman, el autor de las canciones de las películas que marcaron el renacimiento de Disney a principios de los 90. Si es cierto que el cine infantil es el arma más poderosa del soft power estadounidense, porque transmite ideología mientras estamos distraídos con las canciones, Ashman fue quien puso letra a su época. Y la película que cuenta su vida empieza con imágenes suyas en un estudio de grabación y un alerta de spoiler: en nueve meses estará muerto.

 

El hombre detrás de los grandes éxitos de Disney: vida y obra de Howard Ashman, un producto de su época.

 

Él falleció a los 40 años como víctima del sida pero antes fue un niño que no dejó mantel ni cortina de su casa familiar sin convertir en un disfraz: la clase de niño del siglo XX que no pudo tomar lecciones de baile porque su padre le dijo que eso no era para varones (aunque insistió, no logró interesarlo en la pesca o el béisbol). Instalado en el off-off Broadway de la Nueva York setentista, sucia y peligrosa, Ashman compuso algunas comedias musicales pero el éxito llegó cuando fue contratado por el departamento de animación de Disney que estaba en decadencia: concibió La sirenita como un musical clásico, La bella y la bestia como una opereta y Aladdin como una comedia de tropiezos a lo Bob Hope. Pero aunque están repletas de palabras, lo más importante es aquello que las películas no dicen: “Instalan y reflejan los valores de nuestra civilización”, escribió Juan Sklar en su ensayo Ideologías animadas: “No son inocentes pero tampoco son el enemigo”. Así, más que una aventura submarina, La sirenita es una fábula sobre el poder del deseo femenino; La Bella y la Bestia, una reflexión sobre el oscurantismo en torno a lo desconocido; y Aladdin, una de las pocas parábolas de ascenso social en el universo estratificado de Disney: de buscavidas a sultán.

 

La sirenita Ariel quiere piernas para poder amar a un humano, la Bestia quiere volver a tener un rostro de hombre y Aladdin quiere comer todas las noches: no hay motor más poderoso que el deseo y cualquier camino del héroe se dirige hacia donde pueda ser satisfecho sin importar los obstáculos. “El personaje central debe tener un deseo”, devela Ashman en Howard, vida y música cuando le preguntan por el secreto de las películas de Disney: “Y una canción que exprese ese deseo”.

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.