El último domingo del año, un balance de lo que no hice: en 2024 no fui a la Bombonera ni al Colón, no aprendí a hablar en italiano, no invertí en criptomonedas. Tampoco saqué entradas para ir al festival donde el rock vive, ni conocí ese pueblito con la pulpería del que hablan todos, ni empecé a leer En busca del tiempo perdido. Fue un buen año. Si es cierto que “la verdadera felicidad nace de la moderación” (lo dijo Goethe, un tipo que llegó a tomar… veinte cafés por día), estoy contento: el libro La alegría de perderse cosas, un ensayo del psicólogo y filósofo danés Svend Brinkmann recién publicado acá, ofrece argumentos para el autocontrol. En un mundo obsesionado con hacer, ser y tener más, se cultiva el “arte de conformarse” en vez de quererlo todo, aquí y hora.
En un mundo obsesionado con hacer, ser y tener más, se cultiva el “arte de conformarse” en vez de quererlo todo, aquí y ahora.
Soy de los que piensan: “Si encontraste tu zona de confort, quedate ahí”. Es que el conformismo tiene mala prensa porque esta época impone una narrativa de la acción continua. “Ahora dedicamos una gran parte de la vida a entrenarnos, de una manera u otra, para experimentar lo máximo posible”, dice Brinkmann. Y describe cómo la especie humana creó un paisaje cultural, o nicho ecológico, basado en invitaciones, tentaciones, elecciones y ofertas; sin embargo, es raro que practiquemos el decir no, aunque no tengamos las ganas, el tiempo o los recursos a favor nuestro. Ahí donde el ya tipificado FOMO (el miedo a perdernos algo, un acrónimo del inglés Fear of Missing Out) es pandemia entre los muy conectados, este libro recomienda “hacer de la necesidad virtud” y practicar el culto de perderse cosas a propósito.
Una búsqueda rápida en Amazon dio al autor más de dos mil resultados de libros sobre el tema “conseguir hacer más”; lo que no encontró fueron muchos libros sobre hacer menos y menos que menos sobre hacer menos durante más tiempo (perdón por el trabalenguas). En su postulado a favor del autocontrol usa argumentos de la filosofía clásica: en la Antigua Grecia, la moderación (sophrosyne, en griego) era una de las cuatro virtudes cardinales y sólo era posible desarrollar otras virtudes, como el coraje y la generosidad, si la persona ejercía el autocontrol aun en lo bueno. En La alegría de perderse cosas no se postula una utopía eco-hippy sino un manifiesto humanista organizado en cinco grandes temas: la responsabilidad colectiva, porque si queremos que la vida sea sustentable para el máximo número de personas debemos moderar el uso de los recursos del planeta; el argumento existencial; la razón ética; el mecanismo psicológico; y la cuestión estética. “La idea de la belleza en la simplicidad es clásica, tanto en el arte como en la ciencia”, escribe Brinkmann, ya un cruzado en la misión contra la presión por el rendimiento y la explotación.
“Hagan menos, más a fondo”, aconsejaba el antropólogo Harry Wolcott a sus estudiantes de doctorado, abrumados por satisfacer al profesor. El scrolleo continuo, el lujo de la experiencia y la futilidad de las cosas configuran un mundo aceleradísimo en el que se impone el valor de la cantidad. Sin cinismo aunque con algo de ironía, voy a escribir una lista de todo lo que no haré este año que viene. En definitiva, quiero ser bueno y en estos tiempos modernos, me guardo lo que dijo Kierkegaard hace casi doscientos años: “La pureza de corazón es querer una sola cosa”.