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Una voz mágica que ya nadie oye

El músico pop más influyente de esta época nunca grabó un disco. Se llama Jai Paul, nació en Inglaterra pero es de familia india y tiene treinta años. ¿No lo conoce? Es lógico: es el mayor misterio mediático desde Greta Garbo, y su reclusión voluntaria, o Banksy, el artista superventas que nunca dio la cara. La fábula cuenta que tiene un talento mágico para componer canciones inolvidables pero que su espíritu sensible es incapaz de tolerar las presiones de la industria o la voracidad de los fans. Solo escribió un tuit hace exactamente seis años, concedió una única entrevista a la revista Dazed y las pocas fotos que se conocen de su rostro fueron distribuidas por él mismo, flotando en un collage donde se superponen recortes de un astronauta, un elefante, un globo aerostático y unos cuantos osos: la clase de imagen que oscurece más que aclara.

Se llama Jai Paul, es el músico que pudo haber cambiado el pop para siempre pero… se recluyó en el silencio.

 

En el año 2010, el sitio MySpace viralizó una canción que había sido grabada tres años antes: se llama BTSTU y su estribillo en falsete exigiendo “¡no me jodas!” se convirtió en un éxito instantáneo. A su autor e intérprete, un tal Jai Paul, entonces se lo comparó con Prince, Michael Jackson, Blur, los músicos tradicionales indios y Farinelli; se dijo que su voz aguda era capaz de encandilar a las sirenas; los mismísimos Drake y Beyoncé samplearon el temita y, acaso animado por el furor, el cantante lanzó otra canción titulada Jasmine que la prensa definió como “un clásico inmediato”. Y nada más. Nunca. Ante la exigencia de la industria, siempre anhelante de fichar la-nueva-gran-cosa-nueva… silencio. ¿Qué pasó con Jai Paul? En plena desesperación por la novedad, un fin de semana de abril del 2013 se filtraron en Internet las dieciséis canciones todavía crudas de lo que podría haber sido su primer disco. En menos de dos días, esa gema que casi nadie escuchó desapareció de todos lados y su autor compuso su único tuit: “Los demos no fueron subidos por mí, no es mi disco debut. Por favor no lo compren. Daré un comunicado pronto. Gracias, Jai”.

El comunicado jamás llegó. La siguiente vez que Jai Paul apareció en la prensa fue con un chaleco flúo y un casco de albañil en Property Week, una de esas revistitas mal impresas que regalan en las inmobilarias: anunciaba la inauguración de un instituto para producir artistas nuevos. Él nunca grabó un disco, aunque hoy se diga que su fugaz influencia marcó a una generación de músicos, y la fábula tiene una moraleja amarga: la angurria colectiva asustó al genio que volvió a esconderse en su botella y privó al mundo de la magia de su canto atribulado. Y este cuento se ha terminado.

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.