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Me pareció ver un lindo gatito

Dicen que Dios creó al gato para concedernos el placer de acariciar a un tigre. En ese caso, Petunia no se deja mimar: acaso porque tiene el nombre equivocado (el error se develará cuando sea tarde), es un gato chúcaro que llega para revolucionar la vida de una familia de Bella Vista y es el protagonista de El ángel negro, una deliciosa novela gráfica de la historietista Camila Torre Notari que acaba de publicarse. Con apenas tres colores (negro, blanco y amarillo), ella pinta un mundo suburbano repleto de siestas, mimos y Catchow pero además agrega un título a un fenómeno editorial de la época: los libros sobre gatos. En historietas, ensayos, manuales, cuentos o novelas, los pequeños canallas con abrigos de piel, como decía Colette, confirman o desmienten que son taimados, bellos, vanidosos, arrogantes, crueles y desagradecidos. Con los gatos nunca se sabe.

“Quiero mostrarle a la sociedad que ningún felino puede dar mala suerte, pese a su color”, dice Cami en las primeras páginas de El ángel negro y adopta al gatito oscurísimo que será bautizado como Petunia. Así se ilustra la llegada de un animal a casa, una gesta que oscila entre la eterna negativa materna (“¡lo termino cuidando yo!”) y la aceptación como un pariente más: comiendo de la mano durante la cena o durmiendo en la cama de los padres. Pero entre urgencias veterinarias, extravíos inquietantes y mañas felinas, el libro va más allá de la anécdota bichera: con la determinación de un gato callejero que siempre vuelve a casa, explora cómo es hacerse cargo de alguien más por primera vez en la vida. Acompañado de un bonus track (el librito Pomelo, que divulga los palotes del cuidado de un conejo), El ángel negro fue publicado por Maten al mensajero, una editorial independiente que está imprimiendo mucho de lo mejor de la historieta joven argentina. Eterno sospechoso de la mala suerte, por lo menos desde que apareció en la historia allá por el año 1600 antes de Cristo, el gato negro se devela para una familia bonaerense de hoy como el portador de un destino feliz.

“¿Es un hada? ¿Es un dios?”, escribió Baudelaire y, aunque para esa pregunta no exista la respuesta, sí se sabe que de todos los animales caseros es el que más resiste los intentos de domesticación. La del gato es una porfía cotidiana, una lucha muda por confirmarse como amo y señor de sus dominios. Hermoso, apolíneo y siempre inalcanzable, es un ángel oscuro o un vitruviano peludo: como decía Leonardo Da Vinci, “hasta el más pequeño de los felinos es una obra maestra”.

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.