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La matemática del superéxito

Ciento sesenta. Ni más ni menos: una por una, es la cantidad de cartas de rechazo que Savan Kotecha recibió en los inicios de su carrera como músico. Están guardadas en la casa de sus padres en Texas y como la venganza es un plato que se come frío cada tanto las revisa para devolver favores a quienes le decían que sus canciones serían un fracaso: hasta hoy, Kotecha vendió doscientos millones de copias de los temas que compuso para Ariana Grande, Justin Bieber, Usher, Maroon 5 y One Direction, entre otros. Entonces, ¿cuál es el secreto del hit? Que suene familiar. Ésa es la hipótesis de Creadores de hits, la ciencia de la popularidad en la era de la distracción, un ensayo del periodista Derek Thompson que plantea una pregunta clave de la época en que el mayor botín cultural es la atención de las audiencias: ¿qué es esa cosa, lo pegajoso que tienen algunas canciones?

La clave del éxito estaría en la teoría de la familiaridad, un fenómeno por el cual nos gusta algo que nos recuerda aquello que nos gustó antes.

“No existe tal cosa como ‘hacerse viral’. Si usted piensa que una película-canción-libro-aplicación de teléfono se populariza en un segundo sin razón aparente, se está perdiendo la narrativa detrás”, escribe Thompson, editor de la revista The Atlantic: “Cada éxito oculta una trama secreta de poder e influencia”. Tome como ejemplo el tema MIA, de Bad Bunny y Drake, que probablemente haya sido el hit de este verano: “La construcción de una canción pop es algo casi matemático”, explica Kotecha en el libro: “Cada parte tiene que hablar con las otras. Si la estrofa comienza en uno (esto es, en el primer tiempo del compás), el precoro debe comenzar también en uno. Las melodías necesitan conectar rápidamente el gancho y luego repetirlo. Es lo que las vuelve pegajosas”. Diga la verdad: ¿no le parece que todos los hits suenan igual? No es casual. La clave del éxito estaría en la teoría de la familiaridad, un fenómeno por el cual nos gusta algo que nos recuerda aquello que nos gustó antes porque todos somos a la vez neofílicos, o interesados en descubrir novedades, y neofóbicos: nos da miedo lo que suena demasiado nuevo.

Se dice que la música es como el caramelo de la memoria: es más fácil recordar palabras cuando están sujetas a ritmos o melodías familiares, sean los sonetos de Shakespeare o los estribillos de Bad Bunny (“dile que tú eres mía, mía, tú sabes que eres mía, mía…”). Para construir un superéxito la originalidad no es necesaria, más bien: todo lo contrario. Cuando se sorprenda tarareando una canción que le martillea el cerebro piense que probablemente sea otro hit de Savan Kotecha, que lo hizo de nuevo: el hit más caliente del verano está fríamente calculado.

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.