El Destino: mañana en el Abasto

Pionero del maridaje, Don Francisco entra al bar y pide “un café con leche con queso Mar del Plata”. Se lo sirven. Pero antes lo saludan así (“buen día, Don Francisco”), igual que al Chiquito. El Chiquito mide 1,90 y con su apodo delata una manía irónica de los porteños: en una mañana particularmente fresca, el comentario se desparrama por las mesas: “Qué calorcito, eh”. En la esquina poco agraciada de Humahuaca y Gallo, el parroquiano podrá encontrar alguna pista sobre su futuro en El Destino, cafetín de un Abasto anterior al shopping y el festival cinéfilo, con mozo de moño y expresión severa (aunque amable) y promedio de edad: setenta. Aquí donde la carta es una excentricidad, los potus agónicos y el matafuegos se convierten a la fuerza en decoración inesperada porque se impone más el afán de limpieza que de elegancia: “Prohibido escupir en el suelo“, dispone un cartel semitapado, claro, por un potus. Una revista del hipódromo tachonada y la Claringrilla abandonada (¡completa!) develan la afición del que viene a matar el tiempo. ¿Será éste El Destino que nos espera? Mientras tanto, se apura un menú matinal, que incluye medialunas pintadas con almíbar, tostadas con manteca o libritos de grasa. Y el café Paraná se sirve en tazón generoso, casi una compotera, con la leche aparte, en aséptico jarrito de aluminio. Da para repetir. Entre los sifones y una caja registradora que habrá ingresado pesos ley y australes, atrás de la barra, Gardel, Minguito y Maradona se unen en anacrónico abrazo, bendiciendo estampita de la argentinidad mientras Don Francisco y sus amigos dilatan sin inquietudes esta mañana en el Abasto: saben que el destino ya está escrito.
 

El Destino. Humahuaca y Gallo, Abasto, Capital Federal. De lunes a viernes de 7 a 19, sábados de 7 a 12. Wi-fi: no hay. Televisor: sí, clavado en TN.