Acaso el más terrenal de los bebedores pensaría que se trata, únicamente, de la mano diestra de un barista experto. Para el romántico, no podría ser otra cosa más que la manifestación líquida de un amor que no reconoce límites físicos. En todo caso, el beso efusivo y la infusión delatan lo único indiscutible en la emulsión de las dos tazas: calentura.
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