El café de especialidad invade Italia. Bueno, de a poco. Hace seis años, tan lejos como en el 2018 (el mismo año en que llegó Starbucks a Milán), en la península había más de 150.000 cafetines tradicionales y menos de 100 cafeterías de especialidad. Hoy superan el millar. Las razones del cambio son culturales y tienen que ver con el reemplazo generacional: los bebedores jóvenes abrazan la idea del consumo consciente y no son tan partidarios de la barra al paso en la que un espresso se cambia por un euro. En un país donde el 70 por ciento de la población toma al menos un espresso por día, el cambio de hábitos incide directamente en los métodos: los filtrados, así como las bebidas con leche al estilo flat white o magic, disputan al ristretto su hegemonía.