Crónicas de viaje: Cartagena, Colombia 2015, día 4
Cuando en Cartagena se diga de algo que “se volvió prisprí” se querrá haber dicho que se volvió demasiado refinado: “cheto”, diríamos los porteños o “fresa”, los mexicanos. En diagonal a la plaza Bolívar (aquí todo se llama Bolívar así como en los pueblos argentinos todo se llama San Martín: la plaza, la avenida o el colegio), en pleno centro cartagenero, la mejora general del barrio provocó el comentario irónico. En esa misma esquina se levanta Se volvió prispí coffee shop, la única cafetería de estilo urbanita internacional en esta ciudad caribeña: como cualquiera de Nueva York o Melbourne, una barra que ofrece capuchinos, mokaccinos y lattes, así como el café tinto tradicional (2.500 pesos colombianos, más o menos un dólar). Para los locales, es una parada obligada: el café se acompaña con empanadas, pizza hojaldrada, sándwiches, bocaditos de queso o… ¡lasaña! Todo bien aceitoso y chorreante, pero exquisito. Como verán, nada demasiado cheto.
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