Crónicas de viaje: Cartagena, Colombia 2015, día 5
En una exploración urbana por Cartagena, busco la Calle de la Mantilla con relativa dificultad: cambian de nombre cada una cuadra, para desafío de los GPS y desconcierto del despistado. Busco la librería y cafetería Ábaco, que según me contaron es el lugar más exquisito de una ciudad maravillosa. Llego y, en una elipsis alucinante, me encuentro conmigo mismo: en la puerta hay una foto de mi rostro que anuncia mi presencia en la ciudad (todavía se me hace raro ser un autor publicado en un país tan lejano de Parque Chas como el tinto colombiano del ristretto que me quita el sueño). La librería Ábaco es el sueño cumplido de su fundadora, María Elsa Gutiérrez, que le abrió las puertas a la cultura y el arte en un oasis en medio del centro, con pilas (literalmente) de textos. Acá se toma café Illy y se habla de libros. Se llevan a la mesa, se hojean, se toquetean, se leen en promiscua convivencia. Cerca del mar y de la muralla histórica que los conquistadores españoles levantaron para defenderse de los piratas ingleses y franceses, un búnker de letras. Y cuando apriete la panza, que se pida un bocadito de la pastelería acompañado de un buen vino porque el poeta hambriento es un personaje entrañable para la literatura pero aquí se trata más de gozar que de sufrir.
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