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El campeón mundial del exotismo

“El Liberace de la lucha libre”: así se presenta Cassandro, el más exótico de todos los luchadores mexicanos. A los 47 años, tiene dos intentos de suicidio, dos infartos, muchas operaciones en las rodillas, decenas de clavos por todo el cuerpo, una mandíbula nueva y casi todos los dientes postizos. Pero cuando sube al ring se transforma: maquillado como una puerta y con un traje de dos piezas (saco y cola de dos metros bordada con brillantinas azules, naranjas, blancas y plateadas), Cassandro es la drag más famosa de México, una que no teme el mandoble ni la patada voladora. Y es protagonista de Queen of Lucha Libre, un documental de la BBC que explora un fenómeno de época: en uno de los países más machistas del mundo, la lucha libre, un deporte que tiene la virtud de ser un espectáculo excesivo, se abre a la diversidad.

Cassandro es la drag más famosa de México, una que no teme el mandoble ni la patada voladora.

En la estratificada sociedad del catch mexicano, los luchadores se dividen en tres clases: técnicos, según se ajusten a las normas del reglamento; rudos, en tanto hagan de las trampas sus armas principales; y exóticos, aquellos que ocupan una tercera posición no alineada con la masculinidad hegemónica. A este grupo pertenece Cassandro. “En estas alegorías se enfrentan el bien y el mal, modestia y arrogancia, extranjeros y autóctonos”, escribió el poeta Sandro Cohen en el prólogo de Lucha loco, un libro que fotografía a los titanes: “Incluso los luchadores que adoptan apariencias rudas son conscientes de su necesidad: sin el mal, no puede haber bien”. Cualquier deporte es una actividad cargada de simbolismo pero no hay disciplina más repleta de interpretación que el catch: “La función del luchador no consiste en ganar sino en realizar exactamente lo que se espera de él”, escribió Roland Barthes en sus Mitologías pero Cassandro hace lo contrario: en el universo de lona de 30 metros cuadrados donde mandan los machos, él mariconea sin pudores.

Nacido como Saúl Armendáriz, su vida parece el guión de un culebrón de Televisa: a medio vivir entre Ciudad Juárez, la ciudad más peligrosa de México, y El Paso, la ciudad más segura de los Estados Unidos, fue hostigado desde chico por su homosexualidad. A los 16 años se hizo luchador para ganar músculos y coraje: en el ring encontró el respeto que no recibió en la calle. Con el sufrimiento como canción, fue campeón mundial, se volvió adicto al alcohol y las drogas (ahora lleva más de diez años limpio), estuvo preso varias veces, todos los años amaga con un retiro que nunca concreta y su corazón, repleto de desamores, está lleno de cicatrices que, según dice con el tono bolerístico de Juan Gabriel, lo hicieron más fuerte. 

Fanático de Liberace y su glamour brilloso, Cassandro encabeza una revolución: con sus gestos femeninos domina sobre el ring a hombres heterosexuales y esto cambia los términos de lo que significa el ser masculino. Y en su representación excesiva de la femineidad encubre una crítica por contraste al machismo mexicano. Si en el catch, como en el teatro antiguo, corresponde a la careta dar el sentido trágico del espectáculo, Cassandro se muestra tal cual es y eso lo convierte en un campeón: “A diferencia de tantos otros luchadores, yo elegí no esconderme detrás de una máscara”.

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.