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El “estilo roñoso” de ricos y famosos

Yep. Nop. Estoy sentado junto al rapero más importante de la temporada (yep), uno que podría ser considerado el gran cronista de esta época (nop), y lo único que puedo sacarle son monosílabos afirmativos o negativos con tonito de hastío. Yep. Nop. Ya advertido de que la entrevista con Wiz Khalifa será un fracaso (se sabe: odia a los periodistas), le hago una broma tonta pero no me animo a más: veo que tiene un tiburón tatuado en la espalda y no quiero exponerme a esos dientes afilados. Envuelto en una nube de humo, Wiz está en cueros, apenas cubierto por una campera de nailon amarillo, un pantalón raído y un manojo de collares dorados que hacen bling bling. Si un crítico definió su apariencia como la de “un camello de cocaína cortada con mucho laxante en un club para turistas”, él es el emblema de un fenómeno de época: el sleazecore, o “estilo roñoso”, que cultivan muchas celebridades, sobre todo en verano.

El “sleazecore” es un estilo que consagra lo feo y lo sucio como capricho de millonario o reacción ante los mandatos sociales convencionales.

Pantalones de gimnasia abombados y con el tiro siempre bajo para dejar a la vista el calzoncillo. Buzos anchos con capucha que parecen no saber lo que es un lavarropas. Tatuajes de tipo carcelario. Pelo grasiento, apelmazado o directamente sucio. “De repente, los tipos y las chicas más cool se visten como los tipos y las chicas que hace unos años habrían sido expulsados de un lugar por no respetar el código de vestimenta”, escribió el periodista Jonathan Evans en la revista Esquire, que detectó la moda y definió el que pasó como “el verano de los roñosos”. Desgreñado y mugriento, cualquiera de estos músicos o actores podría ser confundido con un dealer que trapichea marihuana en los fondos más oscuros de una plaza. Acaso en el origen un intento de camuflarse ante la insidiosa labor de los paparazzi, se dice del sleazecore que es una filosofía de vida: hasta hace poco, parte del atractivo de una celebridad era verse bien (¡maldito George Clooney!) pero ahora se impone un discurso paródico, o incluso cínico, en la celebridad que se afea porque puede. A través de su vestimenta, el famoso crea sentido y refuerza una diferencia de status con el hombre de a pie: usará un traje de diez mil dólares cuando quiera.

Aun con su apariencia desastrada y sus escasas respuestas (yep, nop), algo de la actitud de Wiz Khalifa me hace saber que una sola de sus cadenas cuesta más que todo un año de trabajo mío. El sleazecore celebra una estética de lo feo y lo sucio como capricho de millonario o reacción ante los mandatos sociales convencionales. “Parecés un zaparrastroso”, se decía en mi casa ante la menor evidencia de desaseo y, en boca de mi abuela, la comparación tenía el peso de una condena moral.

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.