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El orden como camino a la virtud

“Quiero apreciar lo que tengo en vez de necesitar más cosas”: con lágrimas en los ojos, la mujer pide auxilio a la gurú del orden, una japonesita que apenas habla algunas palabras en inglés y que, como primera actividad, se arrodillará en el living con los ojos cerrados para cumplir con su meditativo “saludo a la casa”. Después animará a tirar: vestidos, libros, papeles, cubiertos, postales. Del acto mecánico de aprender a doblar las remeras una pareja reencontrará la felicidad conyugal y al soltar los apuntes universitarios un joven será visto como adulto por sus padres sobreprotectores. Este es el espíritu de ¡A ordenar con Marie Kondo!, el reality estrenado en Netflix que traduce a la pantalla el libro La magia del orden, un bestseller mundial de autosuperación donde se resume el éxito personal de esta época en dos mandatos: orden y progreso.

El mérito mayor de Marie Kondo es que lleva una noción de armonía al caos universal.

¿Cuándo se convirtió la prolijidad hogareña en una obsesión contemporánea? Muy probablemente, cuando nos mudamos a microambientes de 30 metros cuadrados donde la puerta de la heladera golpea contra el respaldo de la cama: somos hijos de una generación que vive en casas mucho más pequeñas que la de sus padres. Como un bastardo de otros realities donde el desprendimiento se asume como un valor positivo (Queer Eye, Locos por la higiene o Acumuladores), acá se repite una fórmula televisiva invariable: llegada de la gurú a la casa, exposición del problema, repertorio de soluciones, puesta en práctica, evaluación final. Con su método KonMari, una franquicia millonaria que usa el vacío material como sosiego espiritual, Marie Kondo enseña que las remeras se doblan en rectangulitos no más grandes que un sandwich de miga, que se guardan en vertical y que no es necesario tener más que las que uno realmente adora. ¡Tire y goce! Así como resulta imposible terminar un episodio sin correr a la cocina para vaciar de trastos el cajón de los cubiertos, ver a otra gente limpiar sus casas es hipnótico y hasta adictivo: no sólo por las palabras sosegadas, los colores pastel y la música de avión (ideales para no perder los estribos en el exiguo espacio de una clase turista) sino porque la terapia del orden aporta algo de sentido para un mundo donde las cosas cuestan mucho pero valen poco.

Esa remera agujereada o esa lapicera con la tinta reseca, a la basura. El mérito mayor de Marie Kondo es que lleva una noción de armonía al caos universal. En la abundancia, su método es una reacción frente al consumismo descontrolado; y en la mishiadura, ofrece un consuelo resignado: se nos convence de las ventajas de arreglarnos con poco.

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.