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El rock y el pop y el rap de la cárcel

El de Romain es un caso particular: lleva diez años entre las rejas de una cárcel pero vuelve a dormir a su casa todas las noches. Es que Romain trabaja en la prisión de Fresnes, una de las más populosas de Francia, con tres mil reclusos, mil celdas, diecinueve hectáreas, mil empleados… y un potente sistema de sonido. Así lo muestra Sinfonía carcelaria, una maravillosa novela gráfica recién publicada acá, escrita por el mismísimo Romain Dutter y dibujada por el ilustrador Bouqué. Es la historia de cómo organizó un ciclo de recitales en Fresnes y así se inscribe en el linaje de un fenómeno clásico de la cultura popular contemporánea: el rock de la cárcel.

 

La música como una vía de escape: una sensacional novela gráfica sobre la historia de los recitales en las cárceles.

 

“El tiempo aquí no pasa. Se estanca. Se enreda. Se estira. Se apelmaza por todas partes”. En el prólogo de Sinfonía carcelaria, el escritor Philippe Claudel se pregunta de quién es la culpa de que la cárcel sea como es. El gran hallazgo de esta novela (hermosamente dibujada con trazos de línea clara y solo cuatro colores, negro, blanco, gris y naranja) es que la narración avanza en dos tiempos: en esta época, los esfuerzos de Romain por llevar músicos a la cárcel en la que trabaja y, más atrás en el pasado, su propia experiencia como voluntario en una cárcel de Honduras y antes todavía los conciertos históricos entre rejas, de los cuales muy probablemente el más célebre sea el de Johnny Cash en la prisión de Folsom, California, el 13 de enero de 1968. De allí nació At Folsom Prison, el primer álbum grabado en vivo en una cárcel, que en pocos meses llegó al Disco de Oro y que revivió la carrera de Cash, que estaba bastante estancada. “Hoy ese famoso concierto ha alcanzado la categoría de mito”, explica Romain: “Dio la idea a numerosos artistas de hacer también su propio Folsom Prison”. Así, las viñetas encierran una versión dibujada de B.B. King en la cárcel de Cook (famosa por ser la más peligrosa de los Estados Unidos así como por el sadismo de sus guardias) o de James Hetfield, el cantante de Metallica, cuando tocó en San Quintín y dijo: “Fue una de las experiencias más fuertes de mi vida”.

 

Un mundo en nueve metros cuadrados: eso es la vida en una celda. “Imagine diez o quince o veinte años así, en qué estado cree que saldrá el tipo, con el cerebro lavado con lavandina o tenso como un arco”, escribe Claudel. Si la cárcel es una institución de la vida moderna que necesita ser repensada (cuántas más cárceles construyan, más se llenarán: las cárceles le tienen horror al vacío), la música ofrece una posibilidad inmediata de evasión sin que haya que cavar un túnel.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.