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Elogio de la ociosidad en un dos ambientes

A las once de la mañana de un día de semana cualquiera, Esteban está en su casa descalzo. Cuida la bebé de una amiga (“¿ahora trabajás de niñero?”, se inquieta su padre) y ese día de esa semana es bastante parecido a cualquier otro día de cualquier semana porque, a los 40 años, Esteban dejó la abogacía, renunció al estudio jurídico de su padre, se propone ser actor y mientras tanto se come los ahorros. Esa es la trama de Manual de supervivencia, la miniserie argentina estrenada en Amazon Prime, que destila con el tono de una comedia dulce y melancólica uno de los grandes dilemas de esta época: cómo vivir sin producir.

 

Una serie argentina sobre el trabajo y su negación: por qué hay que ver “Manual de supervivencia”.

 

El resto del día, ¿qué hace Esteban? Nada. Literalmente, va a una pileta (perdón). Si la productividad es uno de los mandamientos contemporáneos, la ociosidad es castigada como pecado capital. Aun sin fortuna, Esteban (interpretado por Esteban Bigliardi, de quien leo que en la vida real era abogado y dejó esa profesión para ser actor) es un diletante que se rebela al mandato. Se propone lo revulsivo: hacer lo que quiere. La crisis de la vocación es uno de los temas centrales en tiempos de la pospandemia porque las sucesivas cuarentenas develaron lo imperioso de vivir donde uno quiera y hacer lo que desee, dentro de lo que se pueda. Como un flâneur que divaga por un dos ambientes, Esteban pone en contraste lo que se nos exige: ya en 1932, Bertrand Russell escribió Elogio de la ociosidad, un pequeño ensayo donde defendía el ocio voluntario, un espacio destinado únicamente a perder el tiempo sin producir nada, ni siquiera ideas o pensamientos. Si todos trabajáramos solo cuatro horas al día, decía Russell, “toda persona con curiosidad científica podrá satisfacerla y todo pintor podrá pintar sin morirse de hambre”. La miniserie, creada por la cineasta Victoria Galardi, plantea el valor de hacer aquello que se desea sin la condena social que reciben el vago o el chanta (una tradición cinematográfica heredada de La fiaca): si todo vicio se basa en un exceso, la hiperproductividad es fallo más que virtud.

 

En ocho episodios de veinticinco minutos, Esteban encuentra tiempo para nadar, cuidar una bebé ajena, ensayar una obrita de teatro vocacional, escuchar música o retozar en sus fantasías eróticas. Las instrucciones de este Manual de supervivencia tienen un postulado vital: simplemente existir. Con la filosofía reveladora que aparece en borracheras o velorios, el antihéroe hace propia la frase de su psicoanalista, que en paz descanse: “No hay nada peor que estar muerto en vida”.

 

Publicado en La Nación

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Nicolás Artusi

Es periodista y sommelier de café. Trabaja en radio, prensa gráfica, televisión y online. Escribe libros largos y artículos cortos. Fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.