Con el espíritu curioso de todos los emprendedores, la alemana Melitta Bentz se topó con su propio “eureka” por insistir en la obsesión de quitarle el sabor amargo al café, provocado por el exceso de cocción. Era 1908 y acaso ella no imaginaba que su nombre propio se convertiría casi cien años después en sinónimo de “filtro”, en su Dresden natal y en cualquier lugar donde hubiera una cafetera. En la industria del consumo masivo, el invento de doña Melitta trazó una elipsis similar a la de los pañales: primero de tela; ahora, descartables. Y con Alemania como gran productor mundial, fue la génesis de un atroz invento de la modernidad: el café en saquitos. Hay países donde lo permanente se impone sobre lo fugaz: en la India se usan los filtros de metal y en Francia, de loza, ya incorporados en coquetas cafeteras donde el agua se discurre lenta sobre el café molido y ofrece una jarra para acompañar una parisina croissant.
Publicado en Joy
E
Especial filtro: la historia de la cafetera
CategoriesSin categoría
Tenés que iniciar sesión para comentar.